Más allá de erradicar el peligro que suponía para el barrio de Gamonal que en un garaje de San Bruno un fanático de los explosivos guardase un arsenal de 60 kilos sin ningún tipo de medida de seguridad, la Guardia Civil logró con su detención truncar una serie de ventas a nivel internacional del material detonante. No es un detalle menor, pues si bien las investigaciones practicadas desde entonces han permitido concluir que estas transacciones se hacían a otros aficionados de este tipo de artefactos, el mero hecho de que tuviera presencia en el mercado negro le ponía en el radar de organizaciones criminales que quisieran contactar con él. Además, se cortó de raíz su principal fuente de financiación.
Las pesquisas de la Unidad Orgánica de Información de la Comandancia de Burgos, remitidas al juzgado instructor, revelan que A.C.R., de 31 años, había tejido una red de contactos internacionales con los que no sólo compartía todo tipo de información sobre fabricación de explosivos, sino que, además, realizaba transacciones con artefactos ya confeccionados. Pero para llegar a este nivel todo tiene un origen, y ese estaba en el barrio en el que vivía.
Porque este individuo no sólo se dedicaba a vender explosivos caseros a personas de otros países, sino que, según las investigaciones del Instituto Armado, también lo hacía a menor escala en Gamonal. La información recabada a lo largo de meses de seguimientos y rastreo de sus movimientos, permitió concluir que suministraba material pirotécnico a grupos vinculados a los disturbios del año 2015, también posteriormente a las revueltas.
Hay igualmente constancia de pequeñas ventas de petardos a particulares que resultaron ser más potentes de lo que en un principio cabía imaginar. De hecho, se sabe que uno chaval del barrio resultó herido grave en una mano tras explosionarle uno de estos artefactos caseros. Cabe recordar que, durante las vigilancias a su casa y a la lonja donde almacenaba su arsenal, descubrieron que llevaba la mano vendada tras sufrir heridas durante la fabricación de algún artilugio o manipulación de las sustancias.
Las ventas internacionales llegaron por internet y las redes sociales, a través de las cuáles contactó con otros amantes de las explosiones. Lo inquietante no era que compartieran consejos, trucos y hasta métodos para acceder a determinadas sustancias químicas, sino que él mismo llegó a realizar transacciones con artefactos ya preparados, lo que se convirtió en una de sus principales fuentes de ingresos. Antes de ello, también se valió de empresas interpuestas para adquirir sustancias precursoras desde el extranjero, pues está prohibida su venta a particulares.
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