En la última década, como si hubieran encogido las fronteras y ganado fortaleza e ímpetu las alas de la juventud, se ha incrementado considerablemente el número de burgaleses que ha volado a vivir a otros países. Unos, por amor; otros, por estudios; les hay que por algún trabajo concreto o a buscar el que sea y que dé para vivir; no faltan los que ansían nuevos aires o poner tierra de por medio con alguna parte oscura del pasado; también abundan los que necesitan asumir riesgos y enfrentarse a lo inesperado por sí solos, a cierta distancia de la zona de confort que procura la familia...
Cada uno se sube al tren, al bus o al avión con una mochila propia de sueños, expectativas, dudas y retos a encarar. La 'democratización' del inglés, las tecnologías de la comunicación y la proliferación de líneas aéreas 'baratas' ayudan lo suyo para salir y regresar, y para estar en continuo contacto con gente en cualquier rincón del mundo.
Sara Miguel Padilla lleva desde mayo del año pasado viviendo en Valkenswaard, cerca de Eindhoven, en Holanda, aunque lo correcto es decir Países Bajos. Afirma que siempre ha querido vivir fuera de España, pero al conseguir un trabajo antes incluyo de terminar las prácticas de los estudios no tuvo esa oportunidad. "Cuando dejé de estar a gusto en ese trabajo (en el campo de la neuropsicología clínica) me di cuenta de que era el momento de salir. Además, las condiciones laborales en el norte de Europa son más interesantes, incluso en el sector de la hostelería, que es en el que estoy ahora aquí (en Center Parcs de Kempervennen, un parque con alojamientos y otros muchos servicios en plena naturaleza)", resume.
Nacida en Burgos en 1994, Sara Miguel estudió en los colegios Francisco de Vitoria y Virgen de la Rosa y en el instituto Diego Porcelos. Cursó el grado de Psicología por la UNED, dos másteres online por la Universidad Internacional de La Rioja (Neuropsicología Clínica y Psicología General Sanitaria) y un ciclo formativo de grado superior en Mediación Comunicativa en Valladolid. Y es una chica con suerte porque tiene dos pueblos y muchos buenos recuerdos de ambos. Su padre es natural de Lodoso y su madre de Padilla de Abajo, ambas localidades en la comarca de Odra-Pisuerga.
Quiero que el trabajo se quede en el trabajo, no llevármelo a casa"
Lleva ya unos meses en Países Bajos, pero sigue echando de menos "la comida española, la cercanía y espontaneidad de la gente, el ocio nocturno y, especialmente en verano, las tradiciones de los pueblos pequeños como los de mis padres".
De su tierra (y agua) de acogida destaca como algo que le agrada mucho "la multiculturalidad. Hay mucha inmigración y trabajas con gente de muchos sitios. También me encanta que las ciudades, aunque sean 'pequeñas', tienen ese sentimiento de ciudad grande con mucho movimiento, variedad de actividades... Eindhoven es más grande que Burgos pero menos que Valladolid", indica.
Deportista y valiente, gusta de esquiar, escalar, hacer barranquismo... Y no le tiembla el tenedor a la hora de probar nuevas cocinas, algo muy a mano en ese avanzado y multirracial país. Ahora es su destino, pero temporal. Esta psicóloga necesita vivir más experiencias antes de echar el ancla. Su futuro está por escribir.
SOBRE LA MARCHA
"No tengo planes a medio ni largo plazo. Por ahora, quiero seguir viajando. Mi siguiente destino me gustaría que fuese Australia una temporada", apunta, destacando lo aprendido en el plano profesional: "Mis años como psicóloga me hicieron darme cuenta de que quiero que el trabajo se quede en el trabajo, no llevármelo a casa. Puedo trabajar 5 o 12 horas, pero que cuando salga pueda desconectar". Sobre la vuelta, dice que cuando lo haga no será para seguir en la hostelería: "Si decidiese volver me gustaría retomar las oposiciones que me planteé para trabajar como psicóloga en Instituciones Penitenciarias".
Si vives en el extranjero (o conoces a alguien que lo haga) y te apetece contar esa historia, contacta con mserrano@diariodeburgos.es