Quienes ya tenemos cierta edad recordaremos un famoso programa televisivo sobre literatura, acompañado además de una pegadiza melodía compuesta por un cantautor de éxito en la época (Luis Eduardo Aute). Tuvo el mérito e indudable acierto de poner de relieve la importancia de la lectura y la consulta de libros en el quehacer cotidiano de toda la ciudadanía, grandes y pequeños, resaltando igualmente el inmenso placer que este hábito produce en sus incondicionales. La frase continúa siendo aún mainstream a la fecha siendo compartida en foros diversos y tribunas periodísticas como de la que ahora me ocupo, por lo que no pretendo yo tampoco ser aquí original.
Sí quiero, en cambio, destacar la oportunidad ahora, en este preciso momento, de su recuerdo por un doble motivo; uno de carácter más general y otro particular, en relación este último con el contenido de tales columnas. En efecto y por lo que atañe al primer motivo, es éste un buen período del año para hacer memoria de la relevancia que adquiere la lectura en nuestras vidas así como el disfrute que la misma proporciona a todas las edades. No en vano se acercan las fechas navideñas (o en todo caso las fiestas de final de año) en las que viene siendo costumbre regalar presentes a familia así como a amistades.
Qué duda cabe que la elección de un libro continúa siendo una de las decisiones más comunes y, por ende, afortunadas, tanto para sus compradores como receptores, quienes ya en muchos casos inician el disfrute de su volumen en el propio período vacacional. Cobra así sentido el conocido proverbio el regalo de un libro, además de un obsequio, es un delicado elogio. Buen momento ahora en nuestra ciudad, donde se va sumando la apertura de nuevos establecimientos y librerías, lo que aumenta, es de suponer, el elenco de posibilidades en nuestra selección. A pesar del éxito del comercio electrónico en este sector (léase Amazon), nada es comparable a acudir in situ al propio estante de libros, con su olor a papel característico.
Pero, en segundo lugar, dando significado al título genérico de esta tribuna, es también un buen momento para recordar la importancia y relevancia de los libros en pleno período universitario de exámenes. Lamentablemente, en las aulas se ha ido perdiendo, con el tiempo y el devenir de los actuales planes de estudio acompañados de moderna así como variada metodología, la antigua costumbre del manejo de manuales y no digamos ya monografías; olvido y descuido, tanto por parte de estudiantes como, me atrevería a decir, profesorado en nuestra tarea de facilitar estudio y tarea a nuestro alumnado. El personal docente o ahora PDI recurrimos así a abundantes presentaciones y power points (entono mi mea culpa ), esquemas diversos, incluso 'apuntes', casos prácticos, gama de enlaces y páginas web de disposición en la oportuna plataforma … Todo lo cual hace que, en no pocas ocasiones, un estudiante inicie y finalice su carrera académica sin haber abierto -en sentido real y no figurado, incluso tratándose de ebook- un solo libro y puede sin acudir a la biblioteca universitaria, pérdidas ambas irreparables.
Qué pena cuando, como decía Thomas Carlyle (1795-1881), reputado historiador, pensador y ensayista inglés, «la verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros». Claro que eran otros tiempos que quizás ahora también convendría en alguna medida recuperar.