Crece la cifra de personas desempleadas mayores de 50 años. El profesional que pierde su trabajo a partir de los 55 años corre el riesgo de perpetuar su situación en el tiempo. Son cada vez más frecuentes las noticias de este tipo que aparecen en los medios de comunicación fruto de una realidad que afecta al llamado talento senior. Alicia Jorge entró a formar parte de este colectivo en junio de 2023 después de llevar media vida trabajando en el sector inmobiliario, donde pensaba jubilarse.
De la noche a la mañana su proyecto laboral se tambaleó, pero tiró de arrojo y valentía para convertir la búsqueda de empleo en un quehacer continuo desde el día siguiente en que entró a formar parte de las listas del paro. «Creí que lo tenía muy complicado por la edad», confiesa esta mujer de 59 años, que se reenganchó con 58 después de echar cientos de currículos no solo en empresas del sector que conocía sino de otros muchos y variopintos porque «no se me caen los anillos».
Jorge encontró trabajo en una ingeniería civil a finales de 2023. Hasta allí llegó a través del Programa 45+ de la Cámara de Comercio, cuya elevada demanda visibilizó la problemática de este sector de la población y le llevó a ser protagonista en enero de las páginas de este diario. Continúa en el mismo puesto y se siente «a gusto», aunque no por ello deja de reconocer dificultades a la hora de familiarizarse con los conceptos de una actividad nueva. Encontró apoyo y ayuda en sus compañeros, algunos de los cuales -confiesa- «tienen la edad de mis hijos».
«En los trabajos de cara al público, la edad es un hándicap porque las empresas buscan una imagen juvenil»
Vencido cualquier miedo, Jorge recuerda aquellos momentos iniciales. «Podía haber sobrevivido, mejor o peor, pero pensaba que cómo habiendo trabajado 35 años me iba a quedar una pensión mínima», admite, al tiempo que reconoce haber compartido conversaciones con personas de su entorno que se vieron en la misma situación. Porque aunque, en su caso, se siente afortunada por la empresa en la que trabaja, no deja de reconocer que las ofertas laborales que llegan con cierta edad «no tienen las mejores condiciones del mundo».
Perjuicios o discriminación por años acumulados que, según sostiene, se dan con más frecuencia en aquellos puestos que se desarrollan de cara al público porque «las empresas quieren dar una imagen de juventud al exterior». Sin embargo, reivindica el talento de quienes suman años de experiencia, profesional y también personal, y lanza un claro mensaje. «Tenemos la misma capacidad y mucha más resistencia que los jóvenes», sostiene en referencia a ciertas competencias y habilidades que «nos permiten adaptarnos mucho mejor a determinadas circunstancias».