El oso vuelve a las montañas de Burgos

R. Pérez Barredo / Burgos
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La Fundación Oso Pardo confirma la presencia esporádica de plantígrados en el Monte Hijedo y asegura que su expansión hacia el norte de la provincia, y su consolidación en los próximos años, está garantizada

El oso, el indiscutible rey de la montaña, ha vuelto a hollar tierras burgalesas. La frondosidad de los hayedos y robledales de ese paraíso natural que es el monte Hijedo se ha convertido en un polo de atracción para este maravilloso animal. Desde hace tres años, al menos un ejemplar adulto se ha dado sus garbeos por allí. Esa presencia en forma de huellas, excrementos y colmenares destrozados ha sido confirmada por la Fundación Oso Pardo, que va aún más allá: aventura que las poblaciones de plantígrados asentados en las montañas que comparten Palencia y Cantabria se están empezando a expandir hacia el este, siendo el norte de Burgos, y especialmente el Monte Hijedo, uno de sus destinos. «Esta es una de nuestras actuales investigaciones, ya que queremos saber por dónde pasa, por qué zona cruza al otro lado de la autovía», explica Guillermo Palomero, director de la Fundación.

El hecho de que haya hembras reproductoras en las zona de Campoo, la más cercana a Hijedo, garantizará que esa expansión y posterior consolidación de poblaciones de osos en el norte de Burgos sea una realidad en unos años, subraya Palomero, que destaca la belleza y las magníficas condiciones del Monte Hijedo, un espacio natural que, pese a no contar con roquedas, reúne todo lo necesario para que el oso lo considere un hábitat ideal y lo pueble en un futuro con toda normalidad.

Begoña Almeida es una de las guardas de la Patrulla Oso en la zona osera del Parque Natural Montaña Palentina. Las tareas este tipo de brigadas van desde la vigilancia y el seguimiento de las poblaciones de osos, hasta el apoyo a programas de investigación, la educación ambiental o la orientación de los visitantes en espacios naturales protegidos. Acompañamos a Begoña en una de sus jornadas por el impresionante paisaje que ofrece el entorno de Cervera de Pisuerga, zona osera oriental en la que se calcula que puede haber alrededor de medio centenar de osos. Cada mañana, al amanecer, busca un emplazamiento ideal, que suele variar cada día, para lo que se llama ‘la espera’. Con prismáticos y un potente telescopio, pasa un largo rato intentando ver algún ejemplar.

Si eso sucede (no resulta fácil avistarlos), anota su presencia y cuanto de esa observación sea de interés. Realiza, además, diversos recorridos en busca de indicios (huellas, pelos, excrementos) que aporten información.Desde la creación hace 20 años de esta fundación, cuyo objetivo es conservar, proteger y estudiar a esta especie animal, los integrantes de estas patrullas oseras han realizado más de 13.000 fichas entre visualizaciones directas e indicios de presencia.

«Es un animal solitario que suele rehuir a los seres humanos. Puedes toparte con alguno, pero su olfato es tan bueno que si detecta tu presencia, se aleja», explica esta apasionada guarda, enamorada de una especie que, asegura, «siempre ha convivido con nosotros. Y lo que debemos hacer es seguir conviviendo con total normalidad». Para esta entusiasta enamorada del oso, poder observar a este animal en un hábitat «es un privilegio y un lujo». Ha sido testigo de escenas maravillosas, para ella inolvidables: desde una hembra jugando con su cría, a otra gruñendo a la suya por haberse bajado de un árbol de mala manera pasando por aquella vez en la que pudo contemplar cómo un magnífico ejemplar se daba un festín en la copa de un cerezo con el jugos y efímero fruto del verano.

También ha tenido sustos, como en aquella ocasión en que un hermoso ejemplar se topó con ella a apenas un metro y medio. «Me quedé helada, petrificada. Me olisqueó y siguió su camino». Dice Begoña que los osos macho recorren largas distancias. «Les gusta aventurarse en territorios que no conocen», por lo que no le extraña que se hayan desplazado hasta el Monte Hijedo.

Conservación. Los osos necesitan extensos espacios poco modificados y cierta dosis de tranquilidad en sus hábitats. En las últimas décadas, la Unión Europea ha incluido la mayor parte de las zonas oseras en la Red Natura 2000. Sin embargo, el desarrollo ha multiplicado las pistas forestales y la presión turística en muchas zonas, sin olvidar la amenaza de autopistas y autovías y de nuevas estaciones de esquí que se planean dentro o en los alrededores del área de distribución del oso, que podrían limitar la conectividad dentro de la población. De forma paralela a la conservación del hábitat, es necesario fomentar la conexión entre las dos subpoblaciones cantábricas para mejorar la situación genética de los osos -sobre todo, en el caso del núcleo oriental- y favorecer el intercambio demográfico. Ello se puede conseguir promoviendo el aumento de ejemplares en ambos núcleos, lo que facilitaría la dispersión.