Aunque solemos hacer reflexión cuando termina cada año sobre los resultados alcanzados en el mismo y los objetivos a proponer para el siguiente, es conveniente hacer una valoración del avance del ejercicio en curso antes del parón veraniego y analizar con qué viento (a favor o en contra) nos vamos a encontrar en la segunda parte. Y hay que reconocer que el entorno económico de los últimos meses no ha ayudado demasiado a cumplir con nuestros deseos.
Los efectos producidos por la pandemia y los derivados de la guerra en Ucrania motivaron alzas espectaculares en los precios de la energía, del transporte y de las materias primas a la vez que provocaron dificultades en el abastecimiento de determinados insumos industriales. Todo ello desembocó en un crecimiento de los precios de bienes y servicios no vistos desde hacía décadas, llegando el incremento del índice de precios al consumo en España al 6,5% en el año 2021 y al 5,7% en 2022. Esto ha significado que un carro de la compra mensual que a principios de 2021 costaba 200 euros llegaba a 225 a finales del 2022 o que una chaqueta que costaba 60 euros pasaba a suponer casi 70 dos años después. Y no digamos nada del precio del gas o de la electricidad, que superaron estos incrementos de precios con creces.
Para controlar de una forma decidida estos niveles de inflación, que ha sido generalizada tanto en Europa como en EEUU, sus bancos centrales apostaron por un rápido crecimiento de los tipos de interés que en EEUU han pasado en 14 meses del 0% al 5% y en Europa el Banco Central Europeo los ha situado en el 4% desde el 0% en menos de 12 meses.
Esta lucha contra la inflación es muy necesaria en economías que ya no estamos acostumbrados a ella, ya que genera distorsiones y potencia las desigualdades sociales (a día de hoy los salarios han perdido poder adquisitivo ya que no se han visto incrementados tanto como la inflación). Pero evidentemente tiene importantes repercusiones que van a condicionar las decisiones y los resultados de los próximos meses.
En el lado positivo se volverá a obtener rentabilidad del ahorro, algo de lo que hace tiempo que no se disfrutaba. Ya hoy se pueden comprar letras del tesoro con rentabilidades a 12 meses que casi alcanzan el 4% y, estoy seguro, dentro de muy poco veremos como los bancos retribuyen las cuentas y los depósitos en niveles similares. Esto fomentará un mayor ahorro, lo que siempre es muy positivo para nuestra economía.
Pero, por el contrario, los efectos negativos de esta subida abrupta de los tipos de interés son variados y muy potentes.
En primer lugar, el estado verá incrementado el coste de la deuda pública en un momento en el que ésta ha alcanzado niveles nunca vistos. En este momento, la deuda pública de España supera los 1,5 billones de euros. Una subida del 3% en el coste de dicha deuda supone que en 2024 se deberán dedicar 46.000 millones de euros más únicamente a pagar los intereses de esta deuda, cantidad equivalente a la destinada a todas las inversiones públicas en toda España en 2023. Para que nos hagamos una idea de lo que se podría hacer con esa cantidad destinada a nuevos intereses, la línea de AVE Valladolid – Burgos de 85 kilómetros costó 'solo' 730 millones de euros.
A nivel particular, quienes más notarán el incremento de tipos de interés será los hipotecados que verán como un préstamo de 150.000 euros a 25 años incrementa su cuota mensual de 565 euros a 875, es decir, dedicarán 3.700 euros al año a pagar más hipoteca, dejando de destinarlos a otras compras.
Y a nivel empresarial, ya no solo verán como se les han incrementado los costes energéticos, las materias primas y los costes laborales, sino que también tendrán que hacer frente a un mayor coste financiero de su deuda, dejando de destinar recursos, por ejemplo, a I+D.
Y para rematar la situación, está encima de la mesa la posibilidad de que la economía europea entre en recesión. Probablemente de forma temporal y no demasiado intensa, pero recesión al fin y al cabo, que reducirá las expectativas de las empresas y de los estados de incrementar sus ingresos.
Por tanto, el viento para el próximo curso nos viene de frente. A nivel personal las familias tendrán que ajustar sus gastos para poder hacer frente a los incrementos de precios e intereses sin que sus salarios crezcan en la misma proporción. Y a nivel empresarial los gestores deberán tomar decisiones muy cautas a la hora de invertir, así como aquilatar todo lo posible sus costes para mantener cierta competitividad sin poder esperar a cambio incrementos de sus ventas que les permitan compensar esta situación.
Esperemos que la dirección del viento cambie lo antes posible y comencemos pronto a disfrutar de un entorno más favorable. En cualquier caso, a mal tiempo buena cara, así que les deseo que disfruten de unas tranquilas vacaciones.