Las fiestas de Villadiego tienen de todo. Verbenas de las que no se olvidan, ambiente festivo en sus calles durante días con unas peñas que animan el cotarro o unas trabajadas carrozas que convierten el desfile en uno de los momentos más seguidos. O más bien habría que decir que tienen de casi todo. Hasta ahora, y desde hace más de cuatro décadas que desaparecieron, le faltaban unos cabezudos. Pero aquí están el Municipal, el Cura, la Campesina y el Judas, por obra y arte de los miembros de la peña Las Calzas y vecinos de la localidad, para cubrir ese hueco de los festejos de la villa. «Nos hacía ilusión hacer unos para que pudieran salir en las fiestas», dicen. Y así empezaron hace dos años, con la ayuda del artista Cristino Díez, a dar forma a estos cuatro personajes, diferentes y más grandes a los anteriores, y que de alguna forma representan a la localidad.
Desde cero han aprendido a trabajar con distintos materiales, pulir o pintar. «Y lo que hay que hacer y lo que no para que salga bien», dicen sobre un proceso «gratificante». Y aunque mantienen que se les ha hecho largo, le han cogido el gusto, porque ya tienen muy avanzados dos gigantones: Diego Porcelos, fundador de Villadiego, y una dama de la época. La idea es que estos dos nuevos, y de mayor tamaño, puedan estar listos para salir en las fiestas de agosto y quizá detrás de ellos vengan más, porque una vez interiorizadas las diferentes técnicas, resulta más sencillo.
Los que seguro desfilarán en las fiestas de Nuestra Señora y San Roque son el Cura, que de alguna forma recuerda a Don Atanasio, párroco durante años en el siglo pasado; el Municipal, claramente inspirado en el funcionario que les vigilaba de niños a los creadores de la figura y les «quitaba los balones»; la Campesina, en una evidente alusión a la tradición agrícola de la villa; y el Judas, protagonista de la fiesta recuperada y declarada de Interés Turístico Regional.
Los cuatro, ante la expectación de sus autores y del resto del pueblo, se presentarán mañana, a las 12.30 horas, en la Plaza Mayor. «Saldrán del Ayuntamiento, desfilarán por algunas calles animados por dulzaineros y luego se expondrán en los soportales. Para acabar, invitaremos a todos los que han colaborado a una comida en la sede de Las Calzas», dicen desde el colectivo que ha impulsado la iniciativa.
Gracias a ellos, de alguna forma, también se revivirá parte de la historia de Villadiego, y así hacérsela llegar a las siguientes generaciones. «Igual más adelante organizamos un taller dirigido a un público joven, para que se implique en la elaboración de nuevas figuras, aunque para empezar, sería algo con un menor volumen», lanzan como una futura posibilidad.
Cuidado vestuario. La casa de cultura ha sido el cuartel general de estos apasionados por las tradiciones de su pueblo y que han trabajado de forma voluntaria. En el edificio les cedió un local el Ayuntamiento para poder elaborar las figuras, que también ha financiado y que pasarán a ser municipales. Los sábados, de 10 a 12 horas, «aunque casi siempre se alargaba hasta las 14», se reunían para conseguir su objetivo. Mientras unos pulían otros hacían los moldes y otros iban mezclando los materiales para conseguir las figuras finales. «Así todos los que hemos participado estábamos ocupados haciendo una cosa u otra», dicen en relación al grupo formado por María Luisa Barrio, Sagrario Rodríguez, Piedad Martínez, Jesús María Arroyo, José rojas, José Angel de la Sierra 'Tato', Paco González, Maite Contreras, María Feli Pérez y Cecilia Pérez.
Esta última ha sido la artífice del cuidado vestuario, elaborado con materiales reciclados y al mínimo detalle. «Para la sotana del Cura he usado 8 vaqueros negros, para el Judas o la Campesina he utilizado cortinas que tenía en casa y para el Municipal, vaqueros azules», relata Cecilia, que ha convertido las prendas en auténticas obras de arte gracias a la serigrafía. En la chaqueta del guardia, por ejemplo, ha grabado el reloj de la plaza y la escultura del Padre Florez. Seguro que mañana, como cuando eran niños, disfrutan con sus nuevas figuras. «De pequeños lo que más nos gustaba de las fiestas eran los cabezudos», rememoran algunos, mientras otros ni siquiera los recordaban.