La semana escolar para medio centenar de niñas y niños de Burgos no termina el viernes por la tarde. Los sábados por la mañana durante cuatro horas este grupito sigue sobre los libros y los cuadernos para aprender un segundo idioma, tremendamente difícil, y la historia y la geografía del país desde donde sus padres e incluso sus abuelos llegaron a esta ciudad para establecerse y mejorar su vida. Son descendientes de familias oriundas de Bulgaria que no quieren que los más jóvenes pierdan el vínculo con la tierra y la cultura de sus mayores o que, incluso, desean pensar en una posible vuelta y para ello necesitan que los más pequeños estén preparados académicamente. España es el país que más escuelas búlgaras tiene de todo el mundo, un total de 53, que se denominan 'dominicales' aunque se celebran en sábado y a las que el pasado 16 de octubre el ministro de Educación y Ciencia de aquel país, Galin Tsokov, puso en valor tras una reunión con el embajador español, Miguel Alonso Berio.
La de Burgos se encuentra en la calle La Ribera, lleva el nombre de una heroína popular búlgara del siglo XIX, Reyna Knyaginya, y está impulsada por la asociación Rila de apoyo a los inmigrantes procedentes del país del este. Su portavoz, Dilyana Bodurva, explica que el objetivo es doble: «Mantener el idioma en la segunda y la tercera generación, porque los años pasan y hay familias que llevan mucho tiempo aquí, y dar la oportunidad para que los niños se adapten mejor a las escuelas búlgaras en el caso de que sus padres vuelvan. En este sentido, nuestro diploma acredita en Bulgaria que los niños han estudiado con una jornada lectiva adecuada y no hace falta que les hagan repetir curso o un examen para comprobar su nivel».
Hace diez años que funciona y en todo este tiempo han pasado por allí más de 200 alumnos de entre 4 y 16 años que siguen tanto el calendario escolar español como el búlgaro, que suele ser muy flexible, como explica Bodurva, quien califica de «héroes» a estos chavales, que alargan su semana lectiva hasta el mediodía del sábado. Ni siquiera el puente de Todos los Santos hicieron una excepción y tras el viernes 1, festivo, llegaron puntualmente a reencontrarse con las letras en las que crecieron sus padres y sus abuelos.
Hace diez años que funciona y en este tiempo han pasado por allí más de 200 estudiantes
Se encargan de su formación tres pedagogas búlgaras, entre ellas Dilyana Bodurva, especializadas, respectivamente, en Educación Infantil, Primaria y Secundaria, que enseñan a los más pequeños únicamente el idioma y a los mayores, además, la historia y la geografía de aquel país. En su inmensa mayoría son todos españoles, ya que 48 han nacido aquí y únicamente dos en Bulgaria. «La verdad es que todos llevan bastante bien esta doble identidad. Yo, que vivo aquí hace muchos años, puedo decir que búlgaros y españoles somos muy parecidos en el carácter y en la forma de vivir, por lo que la integración es muy buena. Venir a la escuela es un deseo de las familias, de los padres e incluso más de los abuelos, a quienes les tira más la tierra». En este sentido, la profesora Bodurva -que lleva 24 años en Burgos, ciudad en la que tanto ella como su familia están «muy a gusto- señala que cada vez los niños llegan más 'mezclados', es decir que ya no se trata únicamente de hijas e hijos de búlgaros sino de gente de esta nacionalidad que se ha casado con personas españolas, venezolanas, rumanas, etc.
Bodurva compagina su actividad docente en la escuela Reyna Knyaginya con su empleo como limpiadora y la gestión de la asociación Rila, que lleva el nombre de la montaña más alta de Bulgaria. También da clases a distancia a niños que no están en Burgos y que en sus lugares de residencia no tienen una escuela cercana o fácilmente accesible: «Nos adaptamos a las necesidades de las familias».
El búlgaro y su alfabeto cirílico resultan endiablados para hablantes de lenguas latinas. Bodurva lo sabe bien, por lo que ella y sus compañeras han adaptado material para facilitar su aprendizaje: «Nuestro alfabeto tiene 30 letras, de las que un tercio son iguales a las españolas, es decir, se escriben de la misma manera y se leen de la misma manera; otra tercera parte se escribe igual y se leen diferente, por ejemplo, vuestra letra pe es nuestra erre; y el otro tercio son completamente diferentes, es decir, que no existen en castellano, por lo que intentamos facilitar el aprendizaje de todas las maneras posibles».
La escuela Reyna Knyaginya ha sido galardonada por el Ministerio de Educación búlgaro -en un certamen en el que estaban incluidos los alrededor de 400 colegios de estas características que hay por todo el mundo- por un proyecto de material asequible para que los más pequeños aprendan: «El material que hemos creado es el resultado de diez años de trabajo, de saber cómo funcionan los mecanismos del aprendizaje. Lo hemos llamado 'Hojas didácticas que hablan' con las que cualquier persona que lo desee puede aprender búlgaro».