¿Os imagináis que en el transcurso de los próximos años no puedan ponerse más satélites en órbita para los diferentes usos, como el estudio del clima, el medio ambiente, la salud o la defensa internacional? La saturación del espacio por acumulación masiva de basura espacial, es lo que se conoce cómo síndrome de Kessler.
Hace muy pocos días la NASA confirmó que el pasado 24 de febrero de 2024 un satélite ruso 'a la deriva' rozó a otro norteamericano. Esta colisión podría haber generado millones de partículas que se mueven a más de 16.000 km/h y hubieran puesto en peligro la seguridad de la estación espacial internacional. Según han confirmado fuentes de la NASA, no tuvieron mucha capacidad de maniobra, tan solo cruzar los dedos para que la colisión no se produjera.
El responsable de esta hipotética catástrofe fue el satélite ruso Cosmos 2221. Según datos oficiales, el acercamiento entre este satélite ruso y el americano, fue de menos de 10 metros. En la zona de operación de satélites (órbita baja) existen más de 10.000 satélites. Pero es que en los próximos años está previsto el lanzamiento de otros 400.000 más.
Si no teníamos bastante con la desastrosa gestión de los residuos aquí en la Tierra, ahora resulta que tenemos otro problema con los residuos en el espacio. Dado que la Evaluación de Impacto Ambiental del espacio exterior está sin realizar, (de momento) ahí ya se vislumbra un nuevo nicho de negocio. Además del siguiente y no menos lucrativo negocio de la gestión de residuos espaciales que se avecina. El espacio es tan grande que caben miles de millones de vertederos, me atrevería a decir que infinitos. Seguro que ya hay gestores de residuos con esta idea. Mandar ciertos residuos terrestres algo incómodos al espacio exterior. Igual es una forma rápida de saber definitivamente sí tenemos vecinos.