Los ritmos del campo se han acelerado vertiginosamente en este último siglo. De la subsistencia y el trabajo manual a la tecnología más puntera hay un gran salto que esconde historias de esfuerzo, abandono y despoblación, pero también de sabiduría rural. Las personas que vivieron de primera mano esos cambios y las herramientas que les acompañaron son ahora testigos, expertos y guías en el museo al aire libre de agromaquinaria que se ha improvisado este fin de semana en Cameno, una localidad de Briviesca.
Tractores Lander, motosierras Stihl, cosechadoras Massey Ferguson y trillos son algunos de los artilugios que ha decidido exponer Francisco Alonso Campomar. Es vecino del pueblo, organizador y miembro de la Asociación Española de Amigos de la Maquinaria Agrícola. En su juventud fue agricultor y ahora se dedica a los suministros, aunque sigue muy vinculado al mundo del campo y todos los fines de semana se encierra en su taller para restaurar las piezas que va adquiriendo. «Nos dedicamos a la conservación y de vez en cuando los socios intentamos montar una exposición», comenta.
La intención de la feria es explicar a la gente el pasado de las máquinas, ponerlas en funcionamiento y activar los recuerdos de las personas más mayores. De hecho, hay casi un agricultor por cada pieza exhibida que se mete en la piel de un guía para enseñar lecciones de campo a los curiosos que se han acercado a Cameno.
Es el ejemplo de Alfonso, de La Vid de la Bureba, que narra de forma desenfadada la evolución de los trillos. «Los que hemos vivido este mundo queremos saber de dónde vienen las cosas, ahora todo son tecnologías y antes era pura mecánica», comenta. También se puede extraer una buena clase de termodinámica de Miguel Barrio, natural de Vesgas de Bureba, que ha colaborado en la exposición con un motor estático de 1917. Fue fabricado en Leipzig, estuvo en funcionamiento durante cincuenta años en un molino de Quintanaortuño y a día de hoy sigue arrancando.
Un gran reclamo. «Todas las máquinas han venido andando», asegura Francisco señalando su maquinaria con orgullo, ya que ha puesto a punto incluso tractores de los años treinta para poder hacer demostraciones en directo. Algunos aficionados, como Felipe, que se ha desplazado desde Riocerezo, agradecen su esfuerzo. «Es el pasado, y si no fuera por cuatro personas que lo mantienen, que dejan mucho trabajo, tiempo e inversión, no tendríamos conocimiento de aquello», declara.
Esta muestra ha reunido a la gente de la comarca, pero también han acudido personas de Cataluña, Huesca, Ciudad Real o Valencia. «Con las redes sociales, esto es como al que le gusta el fútbol; va de Barcelona a Madrid y no le importa», asegura el organizador, que participa en marchas de tractores por diferentes zonas de España y este verano pretende llegar con sus reliquias hasta el Pirineo Francés.
Arte y solidaridad. Además del festival, la asociación cultural de Cameno ha improvisado un bar en las antiguas escuelas y ha montado un mercadillo solidario con ropa y objetos de segunda mano. El objetivo es destinar los beneficios a la plantación de árboles para embellecer algunas zonas del pueblo.
Por otro lado, el artista briviescano Víctor Cabezón ha desplegado en una pequeña sala toda su colección de esculturas de hierro. Es hijo de herrero y utiliza esa destreza aprendida para fabricar percheros, animales y figuras quijotescas. Entre todas estas obras, destaca la miniatura de un tractor de época donde se puede leer grabado «labrar la tierra es cultura».