Los partidos son maquinarias de ganar elecciones y los líderes que no cumplen con ese cometido están destinados a tener una vida política relativamente corta. A algunos se les concede varias oportunidades, pero lo habitual es que no cuenten con muchas y que desde la dirección del partido y sus terminales autonómicas se comience a urdir estrategias para forzar la renuncia de quienes tratan de aferrarse al cargo. El PSOE comienza en estos días los preparativos para la cascada de congresos autonómicos derivados del último congreso federal celebrado en Sevilla, que se va a llevar por delante a los actuales secretarios generales de importantes comunidades autónomas.
La pérdida de poder territorial que supusieron las elecciones autonómicas de 2023, impulsa la renovación de los liderazgos, aunque todos los llamados a ser removidos de sus cargos habían manifestado hasta hace apenas unas semanas su deseo de continuar al frente del partido, pese a que desde hace tiempo estaban señalados y al final Ferraz, es decir, Pedro Sánchez, ha impuesto su voluntad. A ello ha contribuido que los dirigentes llamados al relevo han cometido deslices, impropios de su experiencia, pero con los que pretendían blindar su posición. Es el caso del castellano-leonés, Luis Tudanca, que pretendió evitar lo inevitable adelantando el congreso regional al federal y que con ello firmó su acta de defunción política. La apuesta de Ferraz y de otros dirigentes regionales es el alcalde de Soria, Carlos Martínez, avalado por mayorías absolutas. A pesar de que a Luis Tudanca le avala un buen resultado electoral, dado que ganó en 2019 y cuatro años después había perdido tan solo dos escaños, y había obligado al PP a pactar primero con Ciudadanos y luego con Vox para mantener el gobierno autonómico. En una muestra de lealtad, Tudanca da "un volantazo para evitar el choque" y renuncia a abrir una guerra interna en el PSOE, sabedor de que tenía la batalla perdida, para no desgastar al partido.
Ese mismo impulso está tras la renuncia a presentar su candidatura de Juan Espadas, al frente del PSOE andaluz. Espadas llegó a la secretaría general del partido impulsado por Pedro Sánchez para terminar de laminar a Susana Díaz y ahora va a ser relevado por indicación de quien le nombró tras no obtener buenos resultados electorales en las últimas cuatro elecciones celebradas en Andalucía, porque el popular Juan Manuel Moreno le ha pasado el rodillo por encima y además ha tenido que lidiar con un sector crítico que no se lo ha puesto fácil y que le ha impedido controlar el partido. La 'número dos', en su día, de Susana Díaz, y la 'número dos' del Gobierno, María Jesús Montero, es la designada por Sánchez para tratar de recuperar el granero socialista. "Vengo a ganar", ha dicho con el optimismo propio de los novatos. Con ella son cinco los miembros del Ejecutivo llamados a realizar una doble función, una circunstancia que puede ir en detrimento de ambos oficios porque es necesario duplicar esfuerzos, y en el caso de Montero, su defensa de los intereses andaluces choca con las previsiones del Gobierno en materia de financiación autonómica y la singular catalana.
Juan Lobato en Madrid, tras una confusa maniobra, será sustituido por el ministro Óscar López, y Javier Lambán en Aragón, con delicado estado de salud, por Pilar Alegría. Ambos compartían posiciones críticas hacia Pedro Sánchez y ambos están fuera de juego. La única duda: Extremadura. El actual secretario general Miguel Ángel Gallardo, se la juega con Esther Gutiérrez, la candidata de Ferraz. Cada uno domina en una de las provincias. Espadas en alto.