Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


The Babadook

07/03/2025

Siempre te preguntas cómo leerán los demás las palabras escritas, sabiendo que en el momento en el que están ya impresas no son tuyas. Cada uno interpreta las cosas como quiere, buscando una respuesta a las cosas que le preocupan. Y justamente aquí es donde empiezan los problemas, comprender las inquietudes ajenas; lo cual no borra sus miedos.

Se dice que el salto generacional es una realidad que solo la edad atempera. Ahora que la adolescencia propia es un vago recuerdo, es imposible no sonreír ante las estupideces, preocupaciones y errores que nos acompañaron durante esa increíble etapa. Siempre asalta la duda si haríamos lo mismo con el conocimiento actual, pero es imposible separar lo que somos ahora de los actos que nos han transformado.

Por suerte, uno ya no es adolescente, aunque añore la edad y vitalidad propia de esa magnífica etapa. Existen muchas cosas de este mundo que producen incomprensión. Cada uno tiene las suyas, pero por primera vez en la historia lo ordinario se quiere ver como excepcional; mientras que lo atípico se convierte en deseable.

Llevamos dos generaciones seguidas intentando construir al sujeto del siglo XXI, rompiendo cada freno moral que impidiera su consecución, derribando cada tradición que suponga un obstáculo en la obtención de ese deseado triunfo. La empatía hacia el dolor ajeno no es mala, pero si pasa a ser el eje social significa que solo los que sufren tienen legitimidad para dirigir una sociedad. Es la dictadura de lo diverso sobre lo cotidiano.

Me gustaría decir que no estamos llamados a sufrir, pero no es cierto. No hay que ser C. S. Lewis para saber que es una oportunidad para despertar, no para huir. Estoy convencido de que los jóvenes desean no cometer los errores de sus mayores, pero no pueden caer en la vana ilusión de que todos los que le precedieron eran malvados. La religión, la filosofía, la moral o la ética no son conceptos caducos de un pasado a olvidar. Son las preguntas que acompañan al ser humano desde su creación. La voluntad no nos define, sino lo que somos.

La juventud cree que su situación es inmutable y su sentimiento duradero. La vida es constante evolución y una incertidumbre permanente sobre el futuro. La esperanza y la ilusión son el patrimonio de los jóvenes pero deben rechazar cualquier juicio sobre las intenciones ajenas, porque la vida te demuestra que el margen del error es enorme.