En la anterior columna, querido lector, hablábamos de buenos propósitos y de cómo afrontar este recién estrenado año 2025. Un coloquio ameno analizando el futuro que, sin duda, se le debe desde fuera de nuestras fronteras a esta comarca y que parecía coger recientemente cierta velocidad de crucero, pero que, para colmo y desgracia de males nuestros, parece ahora haberse contagiado también de puertas para adentro con las recientes noticias inquietantes con las que nos hemos levantado esta semana.
Y es que, una vez más (y ya no sé cuántas van en mis 39 primaveras), puede decirse que bajan turbias las aguas del Duero. Al menos en el entorno y contenido de nuestro Ilustre Ayuntamiento. ¿Por qué? Pues porque no es de recibo que uno de los ediles de un equipo de gobierno abandone el puesto para el que fue elegido por, según rezan las últimas informaciones, choques, desencuentros y palabras gruesas con el máximo responsable de su corporación. Un escenario extraño a todas luces y que esperemos que se aclare tanto por el bien de los implicados como de la propia ciudadanía dado que, las piedras en el camino, basta ya que vengan de fuera como para ponérnoslas ahora nosotros mismos.
Y en esa reflexión, también un apunte: el de los próximos presupuestos municipales que, al parecer, se intuye que van a nacer finados –nuevamente-, por el empecinamiento en las liberaciones y puestos de confianza del equipo mandatario. ¿No se han parado a pensar que nadie se opone a cierta «profesionalización» del Consistorio y que lo que chirría es que dichas liberaciones sean «nominales»? Porque bien está que en un Ayuntamiento áreas como Hacienda, Promoción y Urbanismo tengan tiempo completo para desarrollar proyectos, pero otros sectores, a pesar de la carga de trabajo que pueda haber, no se antojan angulares para primar, sí o también, el 100% de su dedicación. En fin, veremos en qué queda todo y si 2025, que acaba de arrancar, no vuelve a ser otro año perdido más para nuestra querida Villa.