Vaya por delante que no soy consumidor habitual de televisión. Aun así, reconozco que he visto La Revuelta y El Hormiguero. Y creo que ya he tenido suficiente. Vaya también por delante que creo que Pablo Motos lleva 20 años ahí por algo y que Broncano me hace reír mucho. Para un rato, pero mucho.
Me hace reír casi lo mismo que quien se toma esta guerra de las audiencias como una final de Champions. Casi lo mismo que quien ha convertido este inicio de temporada televisivo en una batalla descarnada por ver quién gana cada noche unos miles de espectadores para celebrarlo. No sé en qué momento Motos se convirtió en un icono pop de la derecha ni Broncano en el salvador de la izquierda ante la fachosfera mediática. No sé en qué momento se empezó a librar esa guerra, pero enternece ver cómo mi Españita vuelve a partirse por la mitad defendiendo con el cuchillo entre los dientes a dos tipos que gastan más en cada programa de lo que la mayoría gana en un año.
Siempre ha sido así, pero con otro color. Veo la guerra de las audiencias y me imagino cómo serían las de antaño. Me imagino a partidarios de Cervantes y Lope a voces, a falta de redes sociales, claro, en el barrio de las Letras durante el Siglo de Oro. Me los imagino hablando del Quijote o La Galatea y destripando como cosacos Fuenteovejuna o La Dama Boba. Y viceversa.
Me imagino a Góngora y Quevedo tirándose lo que ahora los chavales en los contubernios de internet llaman beef. Me imagino a los madrileños de entonces hablando del hombre pegado la nariz superlativa y, a los cordobeses, de la musa que no inspira e invitando al de enfrente a que le preste sus anteojos para el ojo ciego que, supongo, no hace falta explicar de cuál de los ojos se trata.
Me imagino todo esto y me pregunto si dentro un tiempo se hablará de la batalla Broncano vs Motos como de las de aquella España de élites ilustradas, pero de gentes igual de enfrentadas. Aquella España de millares defendiendo a tipos que ni les iban ni les venían. Igual que ahora en el fondo.
Me lo pregunto y me pregunto también cómo mi Españita ha pasado de pelearse por aquellos a pelearse por éstos. Y como respuesta para tantas cosas que nos pasan, supongo que vale la que dio Belmonte cuando le preguntaron cómo demonios su banderillero había llegado a Gobernador Civil de Huelva. «Pues cómo va a ser -contestó- degenerando».