El periódico The Economist elabora desde 2016 un índice de la democracia en el mundo. Utiliza cinco variables: proceso electoral y electoralismo, funcionamiento gubernamental, participación política, cultura política y libertades civiles. Con los datos obtenidos divide a los 215 países que hay constituidos o que reclaman estatus de país en cuatro tipologías: democracia plena, democracia imperfecta, regímenes híbridos y regímenes autoritarios.
Con democracia plena solo existen 23 países y coinciden con aquellos que llamamos de la democracia occidental, siendo la UE el territorio que más países tiene.
52 tienen democracias imperfectas. 35 regímenes híbridos y 57 autoritarios. Solo el 8,4 % de la población reside en un territorio con una democracia plena, y más de un tercio de la población mundial se encuentra bajo un gobierno autoritario, una gran parte en China pero sin olvidar a Rusia.
A pesar de las críticas políticas a Sánchez y de la furibunda polarización que vivimos, España está en ese pequeño 8,4%. Cualquier mirada objetiva a esta realidad nos dice una idea clara: somos afortunados por vivir en una parte del mundo en la que la democracia se ha desarrollado no solo en el título, sino también el hecho de una igualdad y una justicia social que, aunque imperfectas y alejadas de los países más avanzados en solidaridad, si son tan reales que no podemos dudar en defenderlas.
Ese concepto de democracia en la que la justicia social implica al capitalismo y a los trabajadores, no solo resuelve mejor la dialéctica entre burguesía y proletariado que el marxismo veía necesariamente violenta, sino que además ha sido capaz de desarrollar derechos a minorías distintas haciendo efectivo que nadie sea discriminado por razón de sexo, color, edad, pobreza...etc.
Contra esto va Putin, con el apoyo de Trump, locuelo de las finanzas y el poder que desarrolla hacia el mundo un modelo eficaz de autoritarismo. Los ojos de esta gente que odia la democracia, los derechos humanos y la solidaridad están puestos en nosotros. No digo que no haya errores que resolver, pero cargarse el sistema para poner otro que nos lleva a las injusticias de la parte más negra de la historia nunca será la solución.
Si alguien se pregunta porque tenemos que ser más fuertes aquí lo tiene. Para defender nuestra democracia que está en peligro y porque además t