Visualizo los estorninos volando al atardecer sobre el río Vena mientras escucho una versión atroz de What a wonderful world que me ponen en la espera del servicio de atención al cliente de una conocida cadena de electrodomésticos y pienso que es lo más parecido a la meditación que he hecho en lo que llevamos de navidades.
Iba a cantarle las cuarenta a la persona que tuviera a bien cogerme el teléfono pero ¿para qué? Al final es un solo pájaro que forma parte de esa nube que danza, se estira y se transforma en el atardecer, sin control ninguno de lo que está pasando pero obedeciendo las órdenes de unas normas internas ajenas a sí mismo pero de las que participa, siendo solo un puntito negro que contrasta en el cielo púrpura de finales de diciembre. ¿Acaso no somos todos un pequeño estornino de una u otra manera? ¿No hacemos esa danza inconsciente y preciosa en cada uno de los aspectos de nuestra vida? Podemos engañarnos y pensar que nuestro pensamiento individual nos hace únicos y que tripulamos con determinación nuestro vuelo allá donde nos dé la gana pero… seamos realistas, y más ahora en Navidad, cuando saltamos y rebotamos de una casa a otra para las diferentes celebraciones, que cuando aún encima se está casado y para más inri con uno que no es de Burgos, tienen lugar en distintos puntos de la geografía con distintas climatologías, usos y costumbres, con distinto baile en cada bandada, yendo y viniendo en el delicioso tráfico invernal… ¿No se es entonces más estornino que nunca y las ansias de ser un ave de esas capaces de cruzar solas el Atlántico se tornan en sueños imposibles que nos provocan la más profunda ansiedad? Y esto en el mejor de los casos, cuando todo el mundo se lleva bien.
Para cuando me pinchan la ensoñación descolgando por fin el teléfono y me solucionan más bien poco de mi problema con el electrodoméstico, que además no es para mí, porque yo llegados a este punto de la película, esa lavadora que compré con tanta urgencia y que ahora 'parece fea' la pondría en el centro de mi salón, le dedico unas buenas palabras a la señorita de atención al cliente y me pertrecho para emprender un bonito viaje a la tienda. Felices fiestas.