Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


Luto en la minería

06/04/2025

El reciente accidente en la mina de Cerredo (Asturias), con 5 muertos y varios heridos graves, ha devuelto a la actualidad el lado más trágico de un oficio duro y peligroso como pocos. Parece que la causa fue una explosión de grisú, algo propio de otro tiempo, cuando no existían medios para detectar este gas letal. Otra página de dolor y de irregularidades que se han cobrado vidas. 

Por mis raíces en Langreo tengo sólidos vínculos físicos y sentimentales con la minería asturiana. Ya he señalado aquí que mi personalidad y mi trayectoria serían distintos de no haber crecido en aquel ambiente que tantas lecciones me dio de coraje, lucha y resistencia. La historia de España no puede escribirse sin tener en cuenta la Revolución de Octubre de 1934, y la minería asturiana fue clave para el movimiento obrero, hoy tan olvidado. Baste citar la huelgona de 1962, una mecha de rebeldía que sacudió el país en pleno franquismo y que contó con el apoyo de los intelectuales más prestigiosos. 

La minería, junto con el desarrollo siderúrgico, transformó Asturias, hasta entonces eminentemente agrícola, y dibujó un nuevo paisaje jalonado de inversores, obreros, empresas y talleres, inmigración, movimientos sociales, afán emprendedor, desarrollo urbanístico, infraestructuras y un largo etc. Por poner un ejemplo, en 1854 se inaugura el ferrocarril de Langreo, tercero de la península. Y se valoraba extraordinariamente la educación y la cultura: de mi infancia recuerdo la importancia de las bibliotecas, los estudios de música o el aprendizaje de idiomas. Las cuencas mineras eran un escenario vivo y diverso que acogían a miles de inmigrantes y a reputados técnicos extranjeros. 

Pero lo más importante es el perfil humano del minero, a quien Armando Palacio Valdés demonizó para la posteridad como violento y pendenciero en su novela La Aldea Perdida (1903). Sin duda hubo problemas en una profesión que acortaba la vida, además de hacerla dificilísima, pero yo quiero destacar aquí su enorme dignidad, su valentía y su extraordinaria solidaridad. Emociona ver el compañerismo que aflora entre ellos ante el menor problema o accidente y que no he visto en otras profesiones. En el entierro de las víctimas de Cerredo era evidente la unión y el dolor compartido. 
Sirvan estas líneas de homenaje a la minería y al largo camino recorrido hasta hoy, con una jornada de luto injusta e inesperada cuando el carbón ya forma parte de la historia.