Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


'Nuevo' ciprés

18/03/2025

Ha querido la nomenklatura municipal encabezada por su Alcaldesa-Presidenta (A-P), designar el nuevo plan quinquenal de kultura con su medida estrella: la creación de la tertulia 'El nuevo ciprés'. En exultante rueda de prensa y rodeada del komité de kultura reboluzionaria (KK), ha explicado que la renovación cultural de Burgos se hará tuneando un famoso cenáculo de los años 30 del siglo XX, fundado por Eduardo de Ontañón. Hasta ahora, la A-P no gustaba hablar en público de la tertulia porque habíase fusilado a unos cuantos rojos de ella, lo que parecía cosa de mal gusto conversacional a la lideresa de oscuros y libertarios antecedentes. Pero, pelillos a la mar. Un poco porque la derecha se rige por la frase aquella de Hanns Johst que relaciona la cultura y su pistola Browning, otro poco porque la candidatura de Burgos 2031 va cuesta abajo y sin frenos, han echado mano del pobre Ontañón, al que esta ciudad dio completamente la espalda hasta bien recientemente. Para qué hablar de los asesinados en Estépar como el compositor Antonio José, el dibujante Ignacio Ángel Arroyo Merino, el impresor Luis Saiz Barrón, el periodista y dramaturgo Antonio Pardo Casas o los otros encarcelados y exiliados también tertulianos de El Ciprés.

Queda muy bonito, cuando a la derecha le viene en gana, hablar de reuniones en las que gente de toda ralea y condición se reunía con mutuo respeto a sus ideologías, para agitar la sociedad biempensante y apoltronada con su ingenio y generosidad creativa. La misma derecha que a su gusto las malbarata. Bien puede hoy el poder desde su mediocridad orgánica, organizar lo que le plazca e invitar a quien se le antoje a sus conciliábulos, pero es de muy mal gusto pretender el prestigio y libertad de quienes actuaron desde sus afamados y públicos jueves cipresianos. Aquellos vanguardistas, fundadores de revistas como Parábola, respiraban los principios de la Institución Libre de Enseñanza, estaban llenos de afán renovador y de compromiso social -como se percibía en el Orfeón de Antonio José y aún más en el Ateneo Popular, del que fue vicepresidente Ontañón-. Arrogarse su nombre y su recuerdo sin reconocer y honrar previamente su Memoria Democrática como merecen, como se les debe, en unos actos bimensuales, a puerta cerrada, de elevada mediocridad cultural y humana, es miserable. También patético. Pero, sobre todo, triste.

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