En esos días, decía Larry Bird en el documental 'Larry Legend', sentías que podías tirar desde el centro del campo por la espalda y que la pelota entraría. Recordaba uno de sus partidos más memorables, un día de marzo de 1985 en que le hizo 60 puntos a los Hawks. Esa sensación, la de poder compaginar tu talento con el aliento de la diosa fortuna está empujando, de una forma 'larrybirdiana' a este Atlético de Madrid.
Exceptuando el ataque de grandiosidad de finales de noviembre y principios de diciembre, cuando se fue como loco a por el gol y por tanto goleó, el equipo transmite mucha más pasión que fútbol, más agonía que alegría, más emoción que espectáculo. El Atlético no disfruta: hace disfrutar solo a los suyos porque consigue cosas con el gesto torcido y cara de velocidad. Efectivamente, mientras las victorias de los 'grandes' son las del elegante e inmaculado James Bond, los triunfos de Simeone son los de John Rambo, un héroe que triunfa con cicatrices, suciedad y heridas.
Si el conjunto rojiblanco consigue mezclar el indudable talento que posee con la capacidad de sacrificio que muestra y la suerte le sonríe, será candidato a todo lo que quiera. Este curso, el viento sopla fuerte a su espalda: nadie en Europa tiene a tantos suplentes que hayan goleado, nadie en Europa ha logrado más dianas en el añadido… y esa sonrisa se palpó en los tres balones que envió el Athletic a los palos en el 1-0 del Metropolitano.
En esos días, sí, sientes que puedes ganar a cualquiera. Pero ojo, tienes que tener a Oblak, a Griezmann o a Julián Álvarez, igual que los Celtics tenían a Bird: si no eres muy bueno, no hay fortuna que valga. Porque la suerte, como decía Javier Aguirre, no entrena contigo.