Ana Castellanos

Ana Castellanos


El éxodo del verano

28/08/2024

Este verano hay muchos éxodos. El más sangrante y lacerante es el de los jóvenes africanos que llegan a las costas de Ceuta con neoprenos que no son precisamente para surfear olas, sino para tratar de arribar a un puerto donde llevar una nueva vida. Mientras millones de personas se deleitan observando a quienes se suben en las olas haciendo equilibrios sobre el agua, otros bañistas en la playa del Tarajal son desalojados por la Guardia Civil ante las hordas de jóvenes desesperados que se enfrentan al mar empujados básicamente por la desesperación y una gran dosis de temeridad e ignorancia. Se juegan la vida. Luchan por la vida. Qué pesa más en este éxodo del verano.

Llegan desnudos. Sin nada. Solo con su dignidad. El problema humano es lacerante, el de los menores, muy difícil de entender en las familias españolas acostumbradas a cobijar a sus hijos hasta pasados los treinta. Qué dejan atrás. Esa es la pregunta. Y qué persiguen. ¿Lo saben sus familias? ¿Sufren sus madres? Ellas nunca están en el foco mediático. Cómo poner puertas al mar y a la vida un verano más de muertes y naufragios. Esa es la cuestión.

Tierra adentro solo observamos las imágenes televisivas. Somos espectadores desde la lejanía. Vemos y olvidamos al instante. Observamos otro éxodo en los pueblos en primera persona, el de los veraneantes que dicen adiós hasta el próximo año en muchos casos, salvo alguna que otra fecha señalada. Sospechamos que pronto se colará la soledad y el silencio entre nuestras calles para abandonarlo de nuevo el siguiente agosto. Entonces regresará el jolgorio, los parques infantiles llenos -qué tesoro-, los chapuzones en las piscinas, en los ríos..., las excursiones en bicicleta, las verbenas, los besos furtivos o ya no tan furtivos.

Y cuando pasen unos pocos días más, los pocos jóvenes hijos del pueblo que quedan también saldrán hacia sus ciudades de trabajo o de estudios universitarios. Será la puntilla al éxodo estival. Acaba un verano más.