Acaba de cumplir 62 años, pero no sólo no lo ha olvidado, sino que recuerda con nitidez, como si hubiese sido ayer mismo, aquella madrugada, aquel 1 de enero de 1975. «Eso no se puede olvidar», confiesa hoy, 40 años después, Felipe Sánchez, uno de los testigos del famoso avistamiento de Quintanaortuño. Era de madrugada y hacía un frío helador. Manuel Agüera subía despacio el puerto del Escudo con su Mini Morris 850 de color blanco. Con él viajaban Felipe y otros dos jóvenes, Ricardo Iglesias y José Laso.Los cuatro habían salido de Torrelavega para llegar a tiempo a la Academia de Ingenieros de Burgos, donde estaban prestando el Servicio Militar. Al culminar el puerto, Manuel Agüera vio una intensa luz. Parecía el fulgor de una estrella, pero era extraordinariamente potente. Tanto, que despertó a sus acompañantes, con los que comentó la intensidad de aquella extraña luminaria hasta que desapareció de su campo de visión.
El vehículo siguió avanzando por la N-623 hasta Quintanaortuño. Fue a la altura del kilómetro 252 cuando, en una finca junto a la carretera, volvió a sorprenderles la súbita aparición de un cono de luz de todo punto deslumbrante. Manuel detuvo el coche y los cuatro jóvenes descendieron. «Primero era sólo una luz, posada en el suelo. Era de varios colores. Luego pasó a ser de una tonalidad amarillenta, cada vez más fuerte, con destellos. Y a continuación se encendieron otras cuatro de forma muy seguida. Era una luz que deslumbraba» relata a DB desde Santander, donde reside.
Se quedaron inmovilizados, atónitos. Jamás habían visto nada semejante. Felipe fue el más audaz, y contra la opinión de sus compañeros, se acercó treinta, cuarenta metros. «Me he arrepentido siempre de no haber avanzado más. Me remuerde la conciencia. Pero no por ser más valiente, sino por haber intentado saber qué era aquello. Aquello que vimos no era normal, no era natural».
Felipe dio media vuelta. Manuel estaba presa del pánico. «Jamás he visto a nadie tan nervioso como estaba él», apunta Felipe. Tanto, que le costó arrancar el coche y, cuando lo hizo, éste avanzó durante muchos metros a tirones, parándose varias veces. «Pasamos el pueblo y aún volvimos a detenernos para verlo otra vez.
Cuando llegaron a su destino informaron a sus mandos. La investigación se abrió ese mismo día. «Ellos mismos fueron hasta allí para ver qué se encontraban». Poco más tarde, el comandante Llorente y los cuatro testigos fueron al lugar de los hechos y se encontraron con casi 300 metros cuadrados de terreno calcinado y marcado por socavones. Agricultores del entorno confirmaron a las autoridades militares que allí no se quemaban rastrojos desde octubre. El momento fue recogido por unos jóvenes reporteros de la revista La actualidad española. El artículo, titulado ‘¡Aquí vimos el OVNI!’, fue reproducido por todas las agencias nacionales. Lo firmaba un joven y ambicioso periodista, todavía desconocido.Se llamaba Pedro J. Ramírez.
En los días siguientes se sucedieron los interrogatorios a los testigos en el aeródromo de Villafría. Se hicieron por separado, como confirmó la desclasificación de documentos. «Recuerdo que utilizaron un detector de mentiras», recuerda Sánchez. Los cuatro chavales coincidían en su relato. Los militares, por su parte, habían realizado sus pesquisas y buscado otros posibles testigos e incluso sobrevolaron la zona con una avioneta. Y, de buenas a primeras, el asunto se archivó.Evoca Felipe Sánchez que aunque a ellos nadie les pidió expresamente que no volvieran a hablar de ello, lo cierto es que el Ejército impidió que los soldados acudieran al famoso programa que dirigía el presentador José María Íñigo en TVE.
«Yo nunca he creído en OVNIS ni en cosas de esas, pero yo sé lo que vi y aquello era muy raro. Era fuera de lo normal». A menudo, entre amigos, ha sido discreto, sabedor de que asuntos como el que relata suelen ser objeto de burla o de mofa. Pero Felipe Sánchez es consciente de que fue testigo de algo excepcional, algo extraño, misterioso. «No me gusta poner nombre a lo que vi. Llámelo OVNI, llámelo fenómeno extraterrestre. Pero aquello no, no era natural», concluye.