La primera y única referencia hasta ahora directa a Rodrigo Díaz aparece en el Diploma de dotación de la Catedral de Valencia en 1098, donde firma como 'Ego Ruderico', un documento que fue estudiado y publicado por Menéndez Pidal en 1918 y que ha servido de referencia gráfica y nominal del Cid Campeador. Ahora, un estudio del profesor Gabriel Songel, catedrático de Diseño en la Universitad Politécnica de Valencia (UPV), ha logrado sacar a la luz un acróstico insertado en un texto de una oración de 342 caracteres, en el que aparecen alineadas las referencias 'Mío Cid Ruderico Didaci Campidoctor', sobre un patrón de diseño utilizado en el diseño de marcas de cantero.El acróstico se encuentra en el Glossarium Latinum de la Real Academia de la Historia, fechado en el año 1094 y custodiado en el monasterio de San Millán de la Cogolla. «De este modo este estudio adelanta cuatro años la única referencia conocida hasta el momento al Cid Campeador», apunta Songel.
El acróstico está identificado por la vertical que une los cruces de las diagonales en la maquetación de la doble hoja que se encuentra del Glossarium Latinum.
La composición geométrica de la maquetación de esta doble hoja ya fue estudiada por el profesor Gabriel Songel con ocasión de su investigación recogida en El cáliz revelado, donde en el texto conocido como El relicario de San Juan de la Peña identificó un acróstico que mencionaba al "Calis Lapis Exilis Domini" haciendo referencia al Santo Cáliz custodiado hoy en la Catedral de Valencia.
La coincidencia en el tiempo de los dos documentos, el de San Millán de 1094 y el de la catedral de Valencia de 1098, el estilo de la caligrafía visigótica y en la denominación ruderico, convierten a este acróstico en una referencia más temprana a la ya conocida.
El estudio se presentará en la Real Academia de Cultura Valenciana en 2022. Esta institución y sus publicaciones centenarias ya han difundido estudios históricos sobre la figura del Cid, por lo que la actual investigación se enmarca en esta trayectoria. Songel explica que en ésta época «la geometría era todo el conocimiento, tanto simbólico como racional» y apunta a la posibilidad de que su creación respondiese a algún tipo de juego visual o competencia entre los monjes amanuenses.
«No puede ser coincidencia. Expertos en matemáticas nos han confirmado que las probabilidades de que esto suceda casualmente son similares a las de acertar diez veces la lotería. No puede ser casual, es un reto creativo o literario, posiblemente una demostración de que el autor era capaz de ir más allá de lo que se le pedía», detalla este profesor, quien no considera que exista «otra intención más allá del juego o los laberintos visuales», como se conocían en la época.