Ayer, 2 de mayo, fue el Día Internacional contra el Bullying o el Acoso Escolar. Como objetivo principal podemos resaltar el hecho de concienciar sobre el riesgo del acoso en niños y adolescentes, así como el desarrollo de mecanismos para evitarlo.
Obviamente la comunidad educativa tiene por delante un gran reto, que debe abordar de forma contundente, para lograr que los afectados por esta lacra social puedan reparar el daño causado por los acosadores y, a la vez, procurar que el acosador entienda el mal que ha causado, lo repare y las dos partes puedan salir fortalecidas. Debemos dejar de decir que son 'cosas de niños' porque no lo son. No existe inocencia en esos actos, sino que es una estrategia de desprestigio, humillación, pérdida de autoestima… realizada por una o varias personas, hacía otra, en el ámbito escolar.
Claramente este trabajo no debe realizarse de manera aislada en los centros educativos, sino que la base fundamental y los principios y criterios sobre lo que está bien o mal deben venir enseñados desde el domicilio. Es otra tarea más de la cual los padres deben de preocuparse. Otra más, pero sin duda muy seria.
Hablar de ello, tener la capacidad de poder contar lo que sucede, sin miedos, sin reproches, ver el problema desde las dos perspectivas: la del acosador y la del acosado.
Lamentablemente, este tipo de personas llevan existiendo desde siempre. Generalmente han ido en grupo y podían realizar estos actos basándose en los criterios más estúpidos que podían y pueden existir: la otra persona es más lista, con mayores dificultades de aprendizaje, más alta, más baja, de otra religión, de otra nación, con discapacidad…
A todo esto, hay que añadir, que el acoso escolar, no se 'limita' al aula, sino que las redes sociales juegan un papel importante en estas nuevas generaciones, a través del ciberacoso. La solución, denunciarlo y no tomarlo como 'juegos de niños'.