Burgos no se ha contado bien a sí misma. En realidad, ni bien ni mal, no se ha contado en absoluto, al menos en aspectos fundamentales. Mucho Cid, mucho medievo pero, por ejemplo, poco se ha escrito sobre el hecho decisivo de los últimos 70 años en esta ciudad y provincia: la emigración masiva del campo a la urbe, que puso la puntilla a una forma de vida que duró decenas de generaciones y colocó en la ciudad, en un pestañeo, a miles de nuevos habitantes. Y estas cosas no se entienden con trabajos académicos sino con ficción (de la buena), una novela, una novela gráfica o un cómic con un (o una) protagonista con el que sentir la vida. Una chica, por ejemplo, que llega del pueblo con 16 años y se pone a servir en la casa de unos 'señores', y duerme en el cuarto de la plancha. Alguien que solo libra los martes y sale a ver escaparates o al cine con otras amigas del pueblo. O su hermano, que trabaja en una fábrica y hace 'ñapas' con un albañil por las tardes; o su padre que llegó a la ciudad con casi cincuenta después de haber sudado tras una pareja de bueyes sobre surcos infinitos y haber regresado de una guerra. O, también, los que fueron naciendo ya en la capital y resultaron ser los primeros en tantas cosas en la familia.
Esas historias que hemos escuchado mil veces en casa, Burgos no se las ha contado a sí misma, como el propio país tampoco lo ha hecho. Se habla de España Vacía desde antes de ayer; parecería que los que tenemos pueblo es porque nos ha tocado en un sorteo y no porque nuestros ancestros vengan de ahí.
Y este mismo silencio pesado está sucediendo ahora respecto al presente, tanto en la ciudad como en el país. Y es una pena porque estamos en un momento para contarlo hoy y recordar en el futuro: el tiempo en el que esta ciudad se está transformando en un lugar en el que convive gente del mundo, de todo; el gran cambio de este siglo. No hay más que coger un autobús urbano para ver lo diversos que somos, le guste o disguste a quien sea. Y hoy es el momento en que, en estas calles, viven su infancia niños y niñas que navegan entre tradiciones y modos lejanos y las maneras de aquí, como pasaba con los niños de pueblo de los 60 recién aterrizados. Y muchos de sus padres están en la pelea que estaban las que tenían que servir y buscan, también, las mismas alegrías.
A veces, leyendo el diario, parece que aquí nunca pasa nada, pero está sucediendo, es un momento histórico. Y todos los que estamos aquí, seremos la explicación de lo que sea el futuro. A ver si alguien se anima y lo cuenta. Salud y alegría.