Cuando ensayen los colegas las palabras que dirán el día de mi funeral...
Aún voy a guardar un último vals para ti.
Sí, Sabina hará otra gira. Volverá a subirse con su miedo patológico a los escenarios y de nuevo, su destrozada voz, debido a su incorregible 'mala vida' o a que nunca será Frank Sinatra, entonará canciones de amor o, como él dice, más bien de desamor.
Pero he visto cómo en su último vídeo, oscuro como un túnel sin tren expreso, cortesía del gran León de Aranoa, Sabina nos 'canta' una despedida. Y es que el tiempo va pasando, aunque una banda sonora llena de sus versos permanezca dentro de nosotros y le otorguen cierto carácter de eternidad.
En los cinco minutos que el poeta necesita para anunciar un cuándo que ya parece cercano, mientras sus amigos se van reuniendo anticipando el final, su corazón sigue albergando un río de sentimientos que le hacen guardar para ella un último vals, quizá porque bailar es soñar con los pies.
La primera vez que vi a Sabina en directo fue en El Plantío presentando el disco Hotel dulce hotel, con el que obtuvo su primer rotundo gran éxito. Desde entonces, siempre ha estado ahí. Aparte de su habilidad para contar historias, sus versos te pueden acompañar en cualquier situación en la que te coloque la vida, ya sea en el momento más festivo mientras nos dan las 10 y las 11…, en un instante de soledad en el que me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama…, o viviendo el insufuciente consuelo de que me podrán robar tus días, tus noches no.
Si su última gira tenía un toque crepuscular que vaticinaba que no volvería a entonar sus éxitos en directo, parece que regresará a la plaza para cuadrar el toro, como Manolete, vestido de purísima y oro. Aprovechémoslo porque, tal vez, Linares no quede tan lejos.