Una tradicional cena navideña con mis amigas, con la familia elegida, me lleva cada año a la ardua tarea de adquirir un modelito brillantoso, divertido o colorido para la ocasión. La falta de tiempo me empujó hace unos días a asomarme a las páginas web de las grandes marcas de ropa femenina para ver que se cuece esta Navidad. En los pueblos ya saben que no tenemos ni centros comerciales ni una oferta inmensa de tiendas, aunque las que siguen luchando ofrecen artículos mucho más que dignos. En fin, la cuestión era conocer la moda de la Navidad 2023 y lo que me encontré fueron cuerpos de mentira de chicas, jóvenes, niñas... no sabría decir, que pesan unos pocos kilos y no han comido en un mes antes de posar para las cámaras fotográficas.

Me vinieron a la memoria las campañas para que las modelos fueran reales, que hace ya muchos años se plantearon con el fin de ayudar a las personas con trastornos de la alimentación. Observé con tristeza que todos aquellos esfuerzos y promesas han caído en el olvido más absoluto ahora que las niñas y adolescentes prácticamente solo compran online o, al menos, siempre consultan las webs y aplicaciones de sus tiendas favoritas antes de acudir a comprar de forma física. La pregunta que me hago es, si la educación que han recibido en sus casas y en los institutos, les ayuda a entender que esas modelos no son de este mundo o si siguen pensando en parecerse a esas delgadísimas chicas percha.

Si estamos en la última tesis, no me extraña que las áreas de Salud Mental no puedan más de trabajo, porque es de locos admitir que el cuerpo femenino ha de ser como se empeñan en vender las grandes marcas de moda de este país. Así que me voy a ir de tiendas por el pueblo a ver que encuentro. Mi cuerpo es real.