Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


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10/07/2024

Con la misma habilidad en sus medios que maldad en sus fines, el régimen nazi distribuyó entre los hogares alemanes aparatos de radio asequibles para que su ideología llegara rápida y ampliamente al conjunto de la población. La radio se convirtió enseguida en un aliado de la propaganda antisemita para alinear a los ciudadanos en torno al pensamiento de Hitler. Especialmente a aquellos que en un primer momento mantenían su desafección hacia sus postulados, quienes, de tanto escucharlos como verdades, terminaron también, en muchas ocasiones, transigiendo con mentiras tales como que los hebreos eran transmisores de peligrosas enfermedades asociadas a su origen o prejuicios como que la avaricia era una característica propia de su genética. Todo ello para que la sociedad alemana de la época percibiera a la comunidad judía como una amenaza.

Al filo del primer cuarto del siglo XXI y bajo el mismo sol, viejos mensajes enviados con nuevas herramientas: redes sociales, pseudo medios de comunicación digitales, podcasts falso-profesionales, etc., difunden ideas tan antiguas como el propio ser humano: el racismo, la xenofobia, el machismo etc., y, sorprendentemente, en una sociedad más y mejor educada, culturizada y avanzada que aquella amenazan con parecida capacidad de manipular, a determinados grupos de población, de hace ochenta años.

No importa que las cifras oficiales aseguren que la mayoría de los delitos que se llevan a cabo en España son cometidos por ciudadanos españoles. Ni que las ayudas, subsidios, becas, etc., se perciben en función de la renta de los beneficiarios, y no de su origen. Ni que la economía española ni la de cualquier otro país desarrollado aguantarían sin la fuerza laboral extranjera, siendo la verdadera amenaza para Europa no su presencia, sino su ausencia. Los mensajes de que los migrantes no quieren trabajar, delinquen y se aprovechan del sistema se extienden como la lava desde ámbitos que, además de mentir deliberadamente, tienen el mismo desprecio por el objeto de su odio (los ciudadanos extranjeros) como por el sujeto de su odio (los ciudadanos manipulados), a ambos los consideran inferiores.