Ya no son homenajes a los dioses que simbolizaban la diversión y la vida sin freno, ni tampoco se celebra con ellos el inicio de la luz, ni el final del frío, ni el comienzo del ciclo de la vida o el término de un tiempo que abre otro de cuaresma y penitencia. Quizás han perdido también los carnavales algo del sentido popular que concedía una espontaneidad ahora recortada al estar todo organizado por la administración y sus departamentos de fiestas. No sé hasta qué punto esa institucionalidad habrá podido rebajar una intensidad crítica y mordaz que para algunos llegó a suponer la muerte. Comparsistas del Carnaval de Cádiz, autores de letrillas con alto contenido de reivindicación social, fueron asesinados en una de las plazas gaditanas nada más comenzar la guerra del 36. Se ha hablado del fusilamiento de la chirigota porque era fusilamiento de personas, pero también voluntad de acabar con una forma de estar y de ser.
Los Carnavales, fiesta grupal que debe ayudar a fortalecer cohesión social, fue con frecuencia lo contrario en el pasado: un escenario de distanciamiento. No puede ser así ya. No puede porque aunque el Poder siempre soporte mal cualquier mordacidad y critica de la que pueda ser blanco, ya no es el tiempo en Burgos en que un Casino o un Salón de Recreo puedan organizar su propio Carnaval, lejos del carnaval popular y al que Mª Cruz Ebro calificó como soez y sucio por las palabras de alguno de los integrantes de la comparsa 'Los Cazadores de San Pedro De la Fuente' (Memorias de una Burgalesa). Nada comparado con lo que en cualquier sesión parlamentaria puedan decirse hoy sus señorías. Pero ni ella, ni su medio, ni la prensa de la época, ni los bandos prohibitivos de alcaldes, admitían que, bajo disfraces y máscaras, la permisividad y transgresión eran esencia de esa fiesta. Aunque pudiera bordearse la locura tal como pintaron Goya o Solana.
Lo retrataron porque el Carnaval además de fiesta es arte. Así que este año, aunque intentarás disfrutarlo, al despertarte, quizás pienses contrariado en el Carnaval pintado por Brueghel, donde a doña Cuaresma, la penitencia, la identifiques ahora con esa Cultura escuálida, que ayuna y a la que don Carnal ignora. Pero quizás también, si logras acostarte más tranquilo, escuches bajito el Carnaval de Schumann y pienses más en la belleza de las máscaras con terciopelos y muselinas venecianas a la vez que en un Pierrot recorriendo erguido el canal por el que discurre el gondolero.