El pasado miércoles, este periódico llevaba a su portada, doblemente, un asunto que está entre los favoritos de este rincón: la burocracia, esa fuerza oscura que mueve (o más bien paraliza) el mundo desde las sombras, ese monstruo de siete cabezas que decide sobre el bien y el mal y al que nadie se atreve a meter mano. Esa primera página recogía a lo grande la movilización del campo, que colapsó ciudades y carreteras. Entre sus muchas reivindicaciones, los agricultores se quejaban del exceso de burocracia que les impone Europa. Protestaban porque, después de meterse doce horas de tractor en el campo, al llegar a casa han de rellenar papeles y papeles, llevar un cuaderno de campo digital y no sé qué otras vainas más de nunca acabar... ¿Y todo para qué, para ayudar a quién?
Junto a esta información aparecía otra sangrante, y lo era porque tenía nombres y apellidos. Hacía referencia a la incapacidad del Ayuntamiento para tramitar las solicitudes de los servicios de ayuda y comida a domicilio para personas mayores. No es que carezca de personal para prestar el servicio, sino que tiene montada una cola de espanto con los expedientes; burocracia en estado puro. En uno de los casos, el hijo del afectado explicaba que lo que solicitaban era simplemente ampliar el número de horas del servicio; algo fácil en apariencia, que no exige el habitual papeleo de al menos dos administraciones o los paseos de la gerencia de no sé qué a la delegación provincial de no sé cuál... Era cambiar un dos por un cuatro, y no se pudo. Su padre falleció en enero sin acceder a ese derecho. Para aminorar los retrasos, el Ayuntamiento ha puesto en la tarea a un administrativo más y planea sumar otros tantos en breve. Como si eso fuera la solución.
El diccionario de la RAE contempla varias acepciones para burocracia. La primera es lo que debería ser, para lo que se inventó: «Organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios». Vamos, para facilitar la vida. Pero la cuarta, en su crudeza, clava lo que en realidad es: «Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas». Vamos, para joderla.
Estamos en 2024, existen la tecnología, los medios y los recursos para acabar con un sistema arcaico que exige cogerse un día libre en el trabajo para resolver cualquier trámite insignificante, que le hace sentir a uno impotente y ridículo, que se alimenta a sí mismo, que no resuelve nada y pone palos en las ruedas de la vida; que se ha convertido en el problema. Solo hace falta un poco de valentía y talento. ¿Alguien que mande usa de eso?
Salud y alegría.