Si alguien se presenta diciendo que es experto en suicidio no le crean, y digo que no le crean porque es lo mismo que decir que uno es experto en la muerte: ¿han oído a alguien decir esto?, supongo que no. Y lo supongo, porque la muerte es un asunto con el que tenemos una relación ortopédica, tanto que preferimos evitarlo, no hablar de ello y, cuando aparece, pasamos de puntillas como si no la hubiéramos visto.

Hace tiempo que me parece que las conversaciones más triviales las tenemos en los tanatorios: tras un pésame de elaboración incierta a la familia, solemos buscar el refugio de la tribu que anda por ahí para pasar a hablar de cómo nos va la vida y expresar el habitual latiguillo de que «hay que ver, sólo nos vemos en situaciones así» y suele ser verdad. Pero no me quiero perder.

El Día Mundial de la Prevención del Suicidio se ha celebrado recientemente y, aunque en días así no hay mucho que celebrar, es bueno que hablemos de lo que sucede, que no lo ocultemos, que no actuemos como si no sucediera, porque ocultar el sufrimiento no es la mejor forma de drenarlo, de atenuarlo, y el suicidio de una persona expande mucho sufrimiento entre las personas cercanas.

El grupo APRESUIC de Burgos, que trabaja en la prevención del suicidio, este año ha elegido el bullying como música de fondo de esta sintonía desafinada, una realidad de gran trascendencia, frecuente, y que también vivió muchos años en la clandestinidad, aunque ahora se habla de ello. Sufrir bullying en el ámbito escolar ha marcado la vida de muchos jóvenes, lastrando su desarrollo personal y emocional, y causa mucho sufrimiento entre las víctimas que no siempre encuentran la ayuda necesaria.

Ser diferente no supone ser merecedor de malos tratos, nadie lo es, ni siquiera los diferentes que llegan a Europa huyendo de la hambruna o de la guerra, exponiéndose a otra forma de bullying por parte de algunos habitantes del Viejo Continente. 

Habría que recuperar el concepto de ser humano como un universal que nos contiene a todos, más allá del color de la piel, la raza o la religión, pero los defensores de la pureza étnica, del honor, la bandera o las fronteras, siempre encontrarán excusas para violentar al diferente.