El Ayuntamiento ha comunicado que la 'jira' del Curpillos se trasladará en 2024 a la Quinta. Más atinado hubiera sido reconocer que nuestra Corporación accede, al parecer con agrado, a trasladar el macrobotellón del Curpillos a una de sus zonas verdes emblemáticas; a un paseo cuya remodelación terminó en 2020 tras invertir 2 millones y en el que ahora se aplaude que se vayan a tirar unos 20.500 kilos de basura. Ole, ole y ole.

No entiendo cómo puede haber unanimidad en una decisión que denota tal falta de amor, sensibilidad y respeto hacia nuestras zonas verdes. Da igual qué partido lo propuso o quién inclinó la balanza; hay acuerdo y a todos es atribuible la falta de conciencia medioambiental y de coherencia. ¿Cómo es posible que al día siguiente del 'anuncio' se presentara un programa contra el botellón? Un Ayuntamiento contrario a la melopea padre colectiva debería dar ejemplo y no fomentar una de las más sonadas del año.

Hace lustros que lo que sucede en el Parral por el Curpillos es bochornoso. Pero es la vinculación histórica del recinto a Las Huelgas lo que justificaba que se siguiera celebrando. Desvincular el Curpillos del monasterio y su entorno no tiene sentido, más allá de la evidencia de que esta Corporación obvia la oportunidad de replantear las cosas y evitar que lo que debería ser una fiesta tradicional se perpetúe como espectáculo indecente. Vamos, que trasladan el mensaje de que da igual que destrocemos un parque, ya ofreceremos otro para que las peñas recauden dinero mientras las hordas se entregan al bebercio. Y luego, lo arreglamos otra vez.

La Administración tiene como obligación proteger la salud de los ciudadanos, el medio ambiente y el dinero público. En este caso nuestros concejales no dan una y, para más inri, conscientemente. Que alguien recapacite, por favor.