Desde hace días es noticia la aprobación por parte de la Junta de la impartición del Grado de Medicina en la Universidad de Burgos y en la de León, a iniciar el curso académico 2026/2027. Por su parte, las universidades de Salamanca y Valladolid, hasta ahora reacias a compartir la existencia de otras facultades de Medicina en nuestra Comunidad, han cubierto también sus expectativas al obtener los grados de Veterinaria, en la USAL, así como Farmacia y Biotecnología en la UVA.
Se cumple así una reivindicación histórica, cuyo anuncio se hizo por el presidente de la Junta en la inauguración del presente curso académico de la UBU el pasado día 18 de septiembre y que, sin duda, a todos los habitantes de la ciudad nos congratula. Por otra parte, tampoco se cuestiona la necesidad de crear más facultades de Medicina en la universidad pública española; tanto más cuanto la demanda de este título obliga a los estudiantes castellanoleoneses (en mayor medida que a los de otras comunidades autónomas debido a los diferentes modelos de selectividad hasta la fecha existentes) a acudir a universidades privadas o extranjeras para buscar la formación académica que desean.
La implantación de un nuevo grado no sólo implica la búsqueda de un edificio para acoger a los futuros egresados y egresadas de la próxima titulación, para el que se ha anunciado también un notable presupuesto y lo que al menos asegura que no tendrá lugar su creación 'a coste cero' como ha ocurrido en época pasada en otros supuestos. Es igualmente imprescindible la dotación de docentes cualificados, en igualdad de condiciones y con cumplimiento de idénticos requisitos al de restantes titulaciones; esto es, no sólo profesorado asociado a tiempo parcial procedente del HUBU -que también y muy necesario- sino profesorado a tiempo completo, con dedicación docente e investigadora, que es el que puede de veras comprometerse de pleno y liderar la nueva titulación.
Y aquí es donde entiendo que opera la mayor dificultad, pues dudo que, siquiera 'a priori', la futura Facultad de Medicina pueda nutrirse del personal médico y académico ahora existente o radicado en nuestra ciudad como en algún momento se ha sugerido. Si ya es compleja la tarea de reunir un profesorado full time en cualesquiera titulaciones y facultades, creo es aún más ardua la labor en el caso de los estudios de Medicina, donde el profesorado a tiempo completo debidamente acreditado y que así reúna las condiciones de las agencias evaluadoras resulta ser, me temo, bastante menor al de otros campos científicos; ello al menos en términos comparativos y especialmente en el caso de las llamadas especialidades clínicas. Ítem más; habrá de contemplarse para estas últimas la singularidad de las llamadas 'plazas vinculadas' a centros asistenciales como otro modelo de opción entre la tradicional dedicación del profesorado ordinario, asociado y a tiempo completo.
No basta cuidar el colectivo estudiantil sino también exige atención el docente. La futura Facultad de Medicina de la UBU merece tener profesores y profesoras a la altura de las restantes universidades públicas españolas si queremos que el juramento hipocrático de sus profesionales médicos tenga la misma validez. Sólo así podrán dedicar su vida al servicio de la humanidad.