Ojo con hablar de los bares, que en España es asunto capital.
Ya puede uno, o una, estar enfrascado en el primer caso de corrupción que afecta al gobierno. Ya puede estar resolviendo la amnistía para quien aseguraba que hace no mucho no la merecía. Ya puede estar preguntándose por qué en su Galicia natal ha tenido los mismos escaños que UPyD. Lo que sea. Es hablar de los bares y tenemos el debate del estado de la nación montado. Dada la protagonista, más parecido a los de Tip y Coll con Del Olmo que a los de Felipe y Aznar, por poner un ejemplo, pero debate montado e incendio asegurado si tocas los costados a las tabernas.
La ocurrencia de cuestionar cómo podemos tener el horario tan cambiado al europeo en materia tabernaria es una salida de pata de banco sólo al alcance de una vicepresidenta del Gobierno que necesita, a toda costa, la notoriedad que se ve no le da su labor en Moncloa.
Hubo un tiempo, acostumbra a recordármelo cada vez que puede Félix Madero, en el que los méritos, la trayectoria, el prestigio y el trabajo culminaban en que a uno lo nombraran ministro de España. Hoy es al revés. Te nombran y luego ya veremos cómo va la cosa. Y si no va, pues ya soltarás algo para que nos acordemos de que estás ahí cada cierto tiempo. Como por ejemplo decir que no es normal que a la una de la madrugada los bares estén abiertos en España.
Decía en este periódico hace una semana el maestro Luis del Val que éste -el viernes- es el día más esperanzador de la semana. Que nos convierte a los ilotas que trabajamos en unos libertos hasta el próximo lunes. Y añado. ¿En qué gastamos esa libertad si no es en estar en el bar sin mirar la hora? ¿Dónde íbamos a conversar con una botella de vino arreglando el mundo sin amnistías, Koldos o Delcys que valgan?
¿En qué garitos de mala nota iba a apurar su camarada y poeta Ángel González los whiskys hilando boleros de Machín con Juanín de Mieres como le cantaba Sabina? El mismo Sabina que también nos recordó que sólo en Antón Martín hay más bares que en toda Noruega. Y oiga, que así siga siendo. Y si la señá Yolanda no quiere enredarse hasta altas horas, Oslo no se va a mover de donde está. Pero a nosotros que nos deje que se nos haga tarde, y algún día suelto hasta temprano, en uno de los patrimonios más valiosos que tenemos en España. Nuestros bares.