Estamos los acólitos del BNG (el Bloque Nacionalista Gomellano) echando las cuentas de la lechera y anotando proyectos a nuestra deuda histórica -si la tienen los demas, nosotros también- para cuando llegue el día en el que nuestro voto sea decisivo en una sesión de investidura. Cruzamos los dedos para que ese comodín no lo tengan los del PNV (el Partido Nacionalista de Villalbilla), que siempre nos han tenido 'ojeriza' y seguro que lo primero que pedirían al presidente del Gobierno es que les supriman el apellido -De Gumiel-. Nos quita también el sueño la posibilidad de que los que se salgan con la suya sean los de CC (Coalición Calerogana). No estamos dispuestos a que se apropien en exclusiva de la figura de Santo Domingo de Guzmán que, aunque nació allí, se hizo mozo en nuestro pueblo.
Es curioso lo que le está pasando a este mundo tan globalizado. Se supone que las fronteras están más difusas que nunca, pero al mismo tiempo nos hemos empeñado en levantar barreras interiores. Muros que no existían, pero que ahora se construyen a fuerza de agravios. Se impone el ¿qué hay de lo mío? por encima del ¿qué hay de lo nuestro?
Una vez que hemos llegado a ese escenario, en el que lo importante es el yoísmo, solo queda diseñar el que puede ser nuestro programa electoral -el del BNG, les recuerdo-. El objetivo es que pase por progresista si es necesario apoyar a un partido que presuma de esa condición, o por liberal, si lo que se lleva es esto último. Es decir, que seamos capaces de situarnos siempre al sol que más calienta, estar al plato y a las tajadas. Tampoco estaría de más fichar a Miriam Nogueras, la portavoz de Junts, que el miércoles le dijo a Sánchez «con nosotros no pruebe a tentar la suerte». Podía haber añadido lo de «¿de quién depende la legislatura?... Pues eso». Qué pena que no tenga ADN gomellano.