El celebrado día Mundial de la Fertilidad, visibiliza a las personas que desean tener un hijo y no lo logran, recurriendo la mayoría de ellas a las técnicas de reproducción asistida. A ellas se les dedica el mes de junio. Junio, el mes que da nombre la diosa romana Juno, diosa del matrimonio, la familia y la maternidad y una de las preferidas de la urbe romana.
El deseo de maternidad o paternidad ha perseguido a la humanidad desde hace siglos, probablemente desde el inicio de los tiempos, y en particular a las mujeres, siendo en ocasiones un estigma, e incluso confiriendo a la mujer que no lograba ser madre el sentimiento de no haber completado su objetivo en la vida, situación que no ha evolucionado en algunas sociedades.
En general, tanto las mujeres como los hombres, los distintos tipos de parejas y de familias que conviven en nuestra sociedad, se han despojado de esa necesidad social de crear una familia tradicional, y el objetivo de sus relaciones es la unión en sí misma. Pero los vínculos evolucionan, y puede surgir el deseo de descendencia, de reproducción, acontecimiento que individualmente se da por supuesto, y que cuando no se logra surge la frustración y la lucha por alcanzar ese sueño.
La OMS calcula que la esterilidad afecta a unos 186 millones de personas en el mundo, y la SEF (Sociedad Española de Fertilidad) calcula que en España casi un millón de parejas la sufren. Según el Registro SEF 2021, en ese año nacieron 40.000 niños en España gracias a las técnicas de reproducción asistida.
Aunque se habla de infertilidad o esterilidad de forma indistinta existen diferencias médicas: la esterilidad es la imposibilidad para conseguir un embarazo, y la infertilidad es la imposibilidad para que ese embarazo finalice.
A pesar de su prevalencia, la esterilidad no se verbaliza, no se expresa, se sufre y duele. Su diagnóstico tiene un impacto negativo en las personas que la padecen, independientemente de las causas físicas que la originan, afectando de manera importante a la salud emocional y a la propia relación de pareja.
El diagnóstico es el inicio de un periodo de tiempo de dudas ante las evaluaciones, de interpretación de resultados, probabilidades y estadísticas, que en ocasiones estresa, y dificulta aún más el entender si realmente se va alcanzar el objetivo de ser padres. El inicio de los tratamientos puede cerrar el periodo de incertidumbre para abrir paso a la esperanza y a la ilusión, pero siempre con el acompañamiento del miedo al fracaso. Y los objetivos se pueden alcanzar, o no, y conducir a una nueva situación de decisiones, de inicios o finales.
Me planteo la definición de esterilidad: enfermedad, condición, situación, incapacidad, deseo frustrado o patrón social, pero aseguro que es un diagnóstico que altera profundamente la salud emocional de aquellos a los que les afecta. Es muy difícil asumir aquello para lo que no nos han preparado.