Para que no me vean como un cenizo y decidan hacerme un Van Gaal por estar con lo de «siempre negativo», que reprochaba el entrenador holandés a algún plumilla que escribía -mal- sobre su Barça, les diré que me alegro por el nombramiento de Ana Redondo como ministra de Igualdad. Tengo que reconocer que la vallisoletana me parece una política muy válida y algo crucial en estos tiempos: nada sectaria. Condición que ha pasado a ser un mérito a tener muy en cuenta cuando hablamos de Sánchez y sus discípulos. Un perfil muy alejado de la línea que había marcado su predecesora, Irene Montero, y su secretaria de Estado Pam. 

Dicho lo cual, toca valorar el otro nombramiento que nos pilla cerca y que ha puesto en guardia a los burgaleses que todavía sueñan con que se haga justicia con las infraestructuras pendientes en nuestra provincia. Óscar Puente, ministro de Transportes. ¿Se puede saber qué le hemos hecho los habitantes de esta provincia, incluidos los que votan al PSOE, al presidente del Gobierno? El exalcalde de Valladolid, acostumbrado a hablar a calzón quitado, tiene claro que la línea recta pasa por su ciudad y nunca ha ocultado lo poco que le importa el resto de Castilla y León. Él ha sido la estrella de estos primeros días del nuevo gabinete y el que ha dicho la mayor verdad: «¿Si no hubiéramos necesitado la amnistía para la investidura, la habríamos adoptado? Probablemente no». ¿Pero no decía su jefe -el que ha pedido a los ministros por carta lo de honrar la palabra dada- que había sido por la convivencia?

En la pasarela Moncloa del miércoles solo faltó Carles Puigdemont, al que de forma testimonial le podían haber dado el Ministerio de Coros y Danzas. Hay uno de Infancia y Juventud. Y la verdad es que suena a regímenes trasnochados.