En plena campaña de la recaudación del impuesto de la renta de las personas físicas quizás sea oportuno plantear por qué en la Ribera del Duero y en los pueblos del entorno, en general en la España despoblada, pagando los mismos impuestos o más que los demás ciudadanos españoles, se disfrutan con frecuencia unos servicios públicos peores que en otras zonas del país, esto es, más deficientes y de peor atención, de menor calidad, en transportes, educación, sanidad, seguridad, justicia, etc., de tal manera que no se sabe bien si fue antes el huevo o la gallina. Si son los malos servicios los que empujan a la gente a abandonar sus pueblos o si es el abandono de los pueblos lo que genera una mala prestación de los servicios.

Un círculo vicioso que nuestra clase dirigente podría romper con facilidad, si quisiera. Este punto es crucial, porque visto como día a día se va produciendo el deterioro rural parece que interés, lo que se dice verdadero interés de los poderes públicos por revertir la situación, no hay. Imagino que en su visión cortoplacista no les merece mucho la pena esforzarse en hacer aquello que prometen en las campañas electorales para conseguir el voto. Total, como quien dice, para cuatro viejos que como mucho quitan o ponen un diputado no se van a esforzar demasiado.

Digo esto porque, si quisieran, disponen de las herramientas suficientes para establecer un equilibrio demográfico saludable y generar un estado de prosperidad económica, como son un uso inteligente de las figuras impositivas y del gasto público orientado a particulares y empresas. Solo tienen que mirar atrás. En estas tierras esto ya se hacía en la época medieval mediante la exención fiscal. Las especialidades tributarias establecidas en la Ley del IRPF, que disfrutan Canarias, Ceuta y Melilla, bien podrían adaptarse a los territorios despoblados de la Ribera, a eso que llaman la España vaciada.