Salud, salud y salud. Solo les deseo salud para 2024. Nada es posible sin ella, ni subir montañas, ni ir a los centros comerciales a gastarse la paga extra de Navidad, ni disfrutar con la compañía de quienes nos quieren. Deseando salud y amor en el último día de diciembre, me bromearon al olvidar el dinero. Pero es que sin salud tampoco hay dinero... Y en mi lista de prioridades está un tanto atrás. Se me ocurren decenas de cosas maravillosas que no cuestan apenas dinero o son gratis, sin hablar del intangible tiempo, algo que no se puede comprar y que como decía el anuncio de la Lotería de Navidad es el tesoro más importante que poseemos. Y volvemos al principio, para tener tiempo hace falta salud.
Uno ha de cuidarse todo lo que pueda, pero también está muy bien que nos cuiden. Ahí entran nuestros médicos de familia. Escribiendo esta semana de la situación del Centro de Salud de Medina de Pomar, donde se ha jubilado un matrimonio de galenos que entregó su vida a la medicina, recordé que el mío también está próximo al retiro. Y entonces, espero que me sigan cuidando tan bien como él lo hace, pero perderé otro bien intangible, al menos, por un tiempo. Ese es la confianza y la facilidad para trasmitir mis dolencias a alguien que me ha tratado durante décadas, que me conoce, que sabe dónde trabajo, quiénes son mis hijos...
Se nos van los médicos de toda la vida. Llegan las nuevas generaciones, si llegan, porque en Medina de Pomar, donde la plantilla ya era muy escasa, hay ahora una vacante. Conozco el problema. No hay médicos de familia suficientes porque se hicieron muy mal las cosas en el pasado y ahora parece poco atractiva la profesión. Pero miremos al futuro con sabiduría y con soluciones a este problema, porque la salud es lo mejor que nos pueden traer 2024 y los años venideros.