¿Por cuánto dinero se irían ustedes a Arabia Saudí? ¿Todos tenemos un precio? El de Jon Rahm ha sido de 500 millones de euros. Cifra monstruosa, exagerada, indecente casi ¿quizás por eso irresistible? Al de Barrika, desde el bombazo de su fichaje por el LIV, el circuito de golf saudí, le persigue la hemeroteca. Hace poco más de un año decía que no jugaba por dinero, sino por amor al golf, a la tradición, por jugar contra los mejores, que lo que habían organizado los árabes no era golf, que tenía pasta suficiente hasta para retirarse, que su vida no cambiaría por tener 400 millones más… bla, bla, bla. Pues por 400 no, pero por 500… volantazo, y de la tradición, al talonario. Hasta para alguien que tiene las arcas llenas, con más de 70 millones ganados golpe a golpe, ha resultado imposible no sucumbir ante tal ingente montaña de petrodólares.
Aplaudo a Rahm su sinceridad reconociendo que sí, que el dinero ha sido una de las razones por las que ha tomado esa decisión. Le creo cuando asegura que no ha sido la única. E intuyo que confía en que finalmente se consiga esa fusión que se negocia desde hace algún tiempo. Entonces lo tendría todo. Jugada maestra.
Pero de momento, se arriesga a no jugar la Ryder, el épico duelo entre Estados Unidos y Europa. Los Majors sí los tiene asegurados. Como su futuro económico, y el de varias generaciones: hijos, nietos, bisnietos, tataranietos… Y alguna más si gestionan bien el patrimonio.
La pregunta es si el dinero árabe nos va a dejar algo al resto. Fórmula Uno, motos, golf, mundiales de atletismo, balonmano… hasta unos Juegos ¡de invierno! Asiáticos, de momento. Y, claro, el fútbol, que tras el Mundial de Qatar tendrá el de Arabia. Se llevan torneos, como nuestra Supercopa, rentabilísima para la Federación y para Piqué, y se llevan futbolistas. Hasta hace poco sólo jornaleros del balón, o estrellas en busca de retiro dorado, pero ahora la pasta de Oriente seduce también a clase media alta en el esplendor de su carrera, que dicen adiós al fútbol de toda la vida. Poderoso caballero.
Supongo que es difícil decir no, para los deportistas y para las FIFAS y Federaciones varias. ¿Hay algo más tentador que el dinero?
No me atrevo yo a juzgar a nadie, nada más lejos, pero sí me pregunto, ¿para qué queremos el dinero? ¿Es un fin o un medio? Y me planteo, ¿cuál sería mi precio? No oso decir que no lo tengo, que soy una romántica, no vaya a ser que me pase como a Rahm, del que, por cierto, seguiré siendo fan.