Rocío Martínez

Pegada a la tierra

Rocío Martínez


La hipocresía de Errejón

27/10/2024

Tenía yo en mente dedicar esta columna dominical a los planes que este fin de semana me mantienen ocupada y feliz en nuestro querido Burgos. Calzarme unas zapatillas para correr, celebrar la vida copita de vino en la mano, y comprobar con orgullo la interesante agenda que ofrece nuestra tierra a sus habitantes y visitantes, es para disfrutarlo y compartirlo. Ningún lugar mejor que éste para hacerlo. 

Quienes me conocen saben que este domingo, el del Cross de Atapuerca, es uno de mis domingos favoritos del año. Atletas de todas las edades, de todos los rincones de España, de diferentes lugares del mundo, estrellas del atletismo se vienen a la cuna de Europa para hacer algo innato incluso en la época del Homo Antecessor, innato desde que somos niños, correr. Atapuerca se convierte en el escenario de una mañana de zancadas poderosas, de piernas afiladas e infinitas devorando kilómetros en el circuito y la mejor carrera de cross, de jóvenes atletas sujetando los nervios en salidas multitudinarias en las que se forjan los campeones del futuro. Pequeños de 4 añitos se ponen por primera vez un dorsal y se lanzan a correr con la espontaneidad y despreocupación única de los albores de la vida. Y ahí gozamos también populares como yo que hemos encontrado en el running nuestra terapia de bienestar físico y anímico. El mejor elixir de juventud. También el vino, con moderación, claro, es un poderoso antiaging, por sus extraordinarias propiedades antioxidantes, y por estar tantas veces en la foto de nuestros momentos compartidos. El vino es marca Burgos, es sello de identidad, es tierra. Por eso fue muy especial para mí ser la pregonera de la fiesta de la vendimia de nuestros vinos de Arlanza. Gracias. 

Y tan atareadamente feliz afrontaba yo mi fin de semana burgalés, volviendo además de la bella Asturias tras charlar con la inspiradora y resiliente Carolina Marín a punto de recibir su Princesa de Asturias, cuando la rabia, la indignación, incluso el asco, se apoderaron de mí. 
Íñigo Errejón dimitía tras denuncias por acoso y abusos sexuales por comportamientos repugnantes de alguien que ha hecho carrera haciendo bandera del feminismo. Cuánta hipocresía. Me indigna más aún su cascada de explicaciones escudándose, excusándose en la fama, en la subjetividad tóxica, que vaya usted a saber qué narices es eso, y en el patriarcado. No Íñigo, el patriarcado no es un ente abstracto que convierte a algunos hombres en seres despreciables que tratan a las mujeres como seres inferiores, como objetos de divertimento para goce propio, que las humillan, que no las respetan. 

El patriarcado, por lo visto, también eras tú, y tipos como tú que se resisten a aceptar que ahora nos regimos por nuevas normas vitales donde cosas que valían hace años sólo por una razón, porque las mujeres callaban, ya no valen, ni deben aceptarse. Bien que lo contabas, mientras nos engañabas con esa fachada buenista que te gastabas. 

Y no, no te vas por tus meses de reflexión, te vas porque te han pillado, porque algunas mujeres valientes se han atrevido a quitarte la careta, seguramente para defender a posibles futuras víctimas de actitudes tan repulsivas que no negaste en tu adiós.
Hoy vemos que a tu predicamento le podríamos decir aquello de haced lo que yo digo, no lo que yo hago. 

Leo que lo tuyo era un secreto a voces. Si es así duele ese silencio, ¿cómplice? ¿Incrédulo? Imagino lo doloroso que ha tenido que ser para tu entorno abrir los ojos y encontrar en ti lo opuesto a lo que defendías. Qué cinismo. Resulta que representabas aquello que tanto criticabas, y esto hace de tu actitud machista algo aún más reprobable. 

Lamentablemente el machismo quizás no esté tan trasnochado como creemos, debería o deseamos.