Hay pocas cosas que tengamos tan grabadas a fuego como la máxima de que para tener una vida saludable debemos cumplir con las cinco raciones de fruta o verdura diarias que recomienda la Organización Mundial de la Salud, pero qué quieren que les diga, igual nos estamos pasando un poco de rosca con el tema, porque cogiendo el periódico vemos que a algunos se les están atragantando.
Tenemos, por una parte, a la presidenta más dicharachera de Barrio Sésamo firmando sus tuits contra Sánchez con me gusta la fruta, como si cualquiera de nosotros en su trabajo pudiera llamar 'hijo de p...' a un compañero, ni mucho menos a un jefe, sin poner en peligro sus lentejas. Pero ella puede, claro que sí, que es muy de la calle y muy cercana y es lo que la gente aplaude. Pero no es la única, no, ni muchísimo menos. Del otro lado del Atlántico nos llega Joe Biden que, en un acto de campaña en San Francisco, ha llamado 'loco hijo de p...' a Putin y se ha quedado tan a gusto, claro que sí, como si ninguno de los dos tuviera el botón rojo, y, lo que es más preocupante, como si no hubiera otra forma de hablar.
¿Es esta toda la excelencia que le pedimos a nuestros líderes? ¿Que todo su argumentario político se base en que les guste la fruta? Si vamos a ponernos así de infantiles, quizás debamos darles un potito bien concentrado por la mañana, y que salgan con las raciones puestas de casa, así con un poco de suerte no lo tenemos que ver, ni escuchar.
El público puede que haya confundido la mediocridad con cercanía, pero seguro que agradecería un mínimo respeto a la oratoria, que por otra parte es lo mínimo exigible a una persona cuyo cargo y responsabilidad es la de comunicar sus ideas de la manera más clara posible para convencer y con ellas cambiar el mundo, digo yo, y no la de tener la lengua más afilada de un oscuro callejón.
¿Es de verdad Ayuso lo mejor que tiene Madrid? ¿Tanto miedo da en EEUU que asuma el poder una mujer racializada que le tienen que poner por delante a un señor blanco y mayor? Mátame tractor.