Vivimos entre excrementos, en el lodo, el estiércol y la inmundicia, entre bostas y jiñes, enfangados, emplastados de boñigas, cubiertos de cascarrias, mascando basura, respirando orín, acorazados de sudor viejo. Vivimos en la constante mierda política, en la miserabilización de la Res publica más indignante.
La democracia es un antes y un después en la Historia al introducir una dimensión ética en el origen del gobierno. Nuestros representantes, los parlamentarios, reciben por el voto una delegación de la voluntad popular. De ahí nace el principio del Gobierno para el pueblo, y no, por ejemplo, para el partido o para cierta religión. Siendo esto así, ¿en qué momento se jodió todo? ¿Cómo hemos llegado hasta esta atmósfera irrespirable de indignidad y desvergüenza?
Hace veinte años, se dio un cambio inusitado: el gobierno (saliente), por su pura conveniencia partidista, mintió a todo su país (y exigió que se le siguiera), orquestando las patrañas del 11-M. Desde entonces, acumulamos un inmenso aturdimiento de turbiedad. La precuela mentirosa de la autoría etarra de los atentados ha seguido hasta hoy con una indecencia insultante en los foros trumpistas, en las cabeceras de una derecha mediática abrazafarolas mientras haya quien pague el infame garrafón.
La escuela creada por Miguel Ángel Rodríguez, ese Torquemadilla fontaneril, que se tiene por lumbrera thatcheriana, ha servido para que una legión de seres de piel viscosa y lengua bífida medren en puestos amicrofonados en los que decir las sandeces más grandes para regocijo de una bancada pandillera y achispada. Por el camino murió la ética y la probidad. Y surgió Ayuso, la de la libertad infantiloide y el novio estraperlista que mercadeaba con la salud en tiempos del cólera.
Nos inunda un calculado gañanismo, que no es llaneza, sino descrédito de la democracia y sus instituciones, enjalbegadas de hez. En estos limos también se ha enfangado el PP local (ya se ha visto en luctuosas intervenciones senatoriales) sobresaliendo la figura bramadora del concejal Manso. Para regocijo de su sillería, expele el regidor acusaciones sin fuste contra el PSOE sobre Gamonal, y hoza pretendidas razones sobre los sucesos de hace 10 años, mostrando que no ha entendido nada, que no conoce el barrio, que apunta torcido y que se va a estrellar con sus propuestas alejadas del moderno urbanismo sostenible, en las que el aparcado es el ciudadano. Pero, oye, qué risotadas en el Pleno…
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