Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


Lo viejo

06/11/2023

Según publicó este periódico la pasada semana, la Universidad de Burgos avanza para hacer algo con la antigua iglesia del Hospital Militar. Concretamente, siguiendo la jerga burocrática, ha convocado el concurso de ideas y eso significa que en un plazo de siete meses habrá un proyecto y, a partir de ahí, se convertirá en una realidad en algún punto del futuro. El plan es que el lugar albergue la sede de varios grupos de la UBU relacionados con el arte (coro, grupo de teatro, aula de cine, orquesta…), que esté abierta a la sociedad y acoja una cafetería. Afortunados todos los futuros moradores.

La Universidad, al parecer, está convencidísima de la jugada (a la que llama Ágora) porque esperaba hacerlo con subvenciones, programas o ayudas de fuera, pero al no caer ninguna se lo va a gastar de lo suyo. Y es de agradecer por varias razones: en primer lugar porque el sitio es una maravilla. Ahora en otoño, merece la pena bajarse la Isla, cruzar el puente Malatos, enfilar el Paseo de los Comendadores (¡qué nombres más sonoros todos!) y adentrarse en ese recinto que es como, de repente, estar en otro tiempo y lugar. Lo presiden dos coníferas gigantes, fuera de escala, y salpicados entre los jardines hay fantásticos pabellones de piedra y ladrillo, de aire industrial. Y al fondo, la iglesia en cuestión, muy curiosa, que produce sensaciones encontradas: tiene un punto misterioso de edificio enorme cerrado, asusta un poco y atrae un mucho. Todo el recinto, rebosante de naturaleza y arquitectura heredada, tiene un aire, más en esta época, de campus británico. Y también de lugar al que ir porque sí, porque es fantástico, porque forma parte de la ciudad, porque es un delito perdérselo, y porque los espacios urbanos están para usarlos.

La iniciativa es de agradecer también porque supone no tirar algo, no derribar un edificio por el hecho de ser viejo-antiguo. Es de agradecer por no seguir la máxima española de piqueta y piqueta con todo lo que se ponga por delante; lo que tiene como resultado un país feo, digámoslo claro. Un país en el que a nadie se le ocurrió dejar una nave del cuartel en la nueva urbanización de Artillería como centro cultural o cívico; y hacerlo por su valor y por conectar el sitio con su pasado. Un lugar que no sabe qué hacer con el imponente silo de Capiscol y al final ni con las iglesias románicas, que deja caer en los pueblos fichas de dominó. Así que bienvenida sea Ágora; que la burocracia y sus tiempos no la devoren y si, además, la cafetería está bien, mucho mejor todavía. Salud y alegría.