En 2019, la revista Science Advances publicaba el hallazgo de un equipo científico que, al realizar un estudio sobre salud y dieta analizando restos humanos encontrados en un pequeño cementerio de monjas agustinas en el oeste de Alemania, encontró en el sarro dental de una monja que vivió en el siglo XI, restos de lapislázuli sin que cupieran muchas dudas de que lo había utilizado para el dibujo de iniciales e ilustraciones de aquellos manuscritos transmisores de cultura que entonces se realizaban en los monasterios. No se trataba de partículas acumuladas tras besar repetidamente otras ilustraciones, como sucede en El nombre de la Rosa, ni tampoco de su uso para alivio en tratamientos médicos. Lo más probable es que se tratara de restos que se fueron acumulando después de afilar sucesivamente el pincel con la ayuda de la boca. La utilización de esa piedra, junto al pan de oro también presente en los restos dentales, hablan, por su valor y difícil proceso de adquisición a través de mercaderes venecianos, de la responsabilidad y presencia que esa mujer tuvo en la producción de unos libros que poco a poco empezaban a comercializarse en los mercados junto a los muros de las catedrales (qué le vamos hacer, en las series y películas solo aparecen verduras y poco más en los puestos, pero el libro cada vez iba teniendo más protagonismo). Ella, como otras, no fue alguien marginal en la producción de libros aunque actuara sin nombre. Quién sabe cuantas mujeres, por imposición o por protección del entorno social, han quedado invisibilizadas bajo el genérico Anónimo o bajo un código, como sucede en el caso de la monja Ende, 'pintora' del Beato de Gerona o en el caso de la monja alemana del lapislázuli, identificada como B37.
Siempre lo relacionado con el libro, tan capaz de transformar vida y promover futuro, tan lleno de alma, alumbra misterio. Ya desde antes de que Isabel de Basilea, la primera de nuestras mujeres impresoras actuara en aquel Burgos del XVI, lo relacionado con los escritos y su edición siempre ha conllevado riesgo y retos. Algunos de los actuales: la selva de internet, la gestión de derechos, la incorporación de la IA, la traducción automática, el pirateo o las censuras o cancelaciones derivadas de la adaptación a lo que se considera correcto. Editantes, la I Feria de Editores de Castilla y León, se celebra estos días en el Palacio de la Isla. Allí hablarán del apasionante e imprescindible mundo del libro hoy.