Después de semanas de postureo, se acerca la fecha para la investidura de Carles Puigdemont, perdón, de Pedro Sánchez, como presidente del Gobierno. Los análisis de la noche electoral del 23 de julio se pueden calcar tres meses después. Lo único que ha cambiado es el número de sapos que han tenido que tragarse los dirigentes y militantes del PSOE para pactar con un partido de derechas y supremacista, que antepone el interés de una parte de la ciudadanía frente al común.
Una vez certificado el acuerdo, yo solo espero que Sánchez tenga la decencia de hacer ministro, o al menos presidente de Paradores Nacionales, a Santos Cerdán. Después de hacer todo el trabajo sucio y encima poner la cara, el secretario de organización socialista se merece un retiro dorado que le compense por la pérdida de tanta dignidad.
No estaría de más conocer también la opinión de los dirigentes del PSOE que tenemos más a mano, tanto en Burgos como en Castilla y León. Que nos cuenten 'a calzón quitao', como nos gusta en esta tierra, cómo ven que las leyes, que se supone son iguales para todos, sean más iguales para unos que para otros. O que nos digan cómo han digerido que a una comunidad rica como Cataluña se le perdonen miles de millones de euros, mientras en su casa, desde el gobierno central se desprecian infraestructuras que llevan años esperando un presupuesto.
Se avecina una legislatura convulsa, donde solo se abordarán los asuntos que interesen a los partidos independentistas y a los políticos que desprecian a España. Los subalternos del poder se encargarán de poner morfina a lo que está por venir, para intentar mantener anestesiados a los ciudadanos. Así que ya saben, si quieren ir a la moda, vayan dejándose el pelo como el 'pirado de Waterloo', que diría Isabel Coixet.