Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


Pajaradas

11/12/2023

Si tiene niños seguro que le suena el centro de aves, en el Castillo. Es probable que sus hijos lo hayan visitado con el colegio y, de regreso a casa, le hayan contado cómo han flipado con las rapaces y con lo que les han contado.

Pues bien, el centro de aves cerró hace un tiempo para su reforma y mejora en un proyecto que arrancó en el anterior mandato municipal. El Ayuntamiento de Burgos ha metido cerca de un millón de euros en el asunto, las obras están terminadas hace meses y... El centro sigue cerrado. ¿Cuál es la causa? Por supuesto, la burocracia, esa fuerza poderosa que controla el mundo en la sombra; ese pozo abisal de informes, pliegos, estudios, concursos y resoluciones capaz de paralizar la rotación de la Tierra, si ese fuera su deseo.

Resulta que el Ayuntamiento no ha convocado todavía el concurso para designar a una empresa que lleve el centro. Al principio no sabían si gestionarlo ellos directamente, después vieron que era mejor subcontratarlo, pero no dieron a la palanquita que pone en marcha todo el papeleo, y ahí tenemos el centro acabado y cerrado. 

La cosa tiene su punto, kafkiano más que nada, porque en otros casos como el centro de salud del Silo lo que no están puestos son las tejas, las puertas o el pladur, pero aquí con todo listo tampoco somos capaces de arrancar. 

Uno que no es experto en nada, y menos en esto, barrunta que tal vez no hubiera sido una locura ir avanzando el papeleo mientras se estaba haciendo la obra: un ladrillo, un papelito, un ladrillo, un papelito... Estamos, además, en el sitio perfecto para hacer algo así porque, en este país, las obras públicas se retrasan siempre, como ocurrió en este caso concreto. 

Según publicó este periódico, en la Concejalía de Medio Ambiente «prefieren no verse apurados con los plazos» (no, que no se apuren) y sitúan la reapertura del espacio «en un horizonte tan amplio como el primer semestre del próximo año». Cosa que comprobaremos dentro de seis meses. 

Así que, entre pandemias, postpandemias, obras y otras circunstancias, varias hornadas de niños y niñas burgalesas no han podido acercarse una mañana a aprender de biodiversidad, de las aves, verlas en directo, de cerca; alguno quizás incluso a conocer su vocación. Si da igual que lo hagan o no, mejor que no se invierta un millón en el tema; si, por el contrario importa, a qué esperan para mover los papeles de una vez. Teniendo en cuenta la naturaleza del asunto que nos ocupa, los pueden enviar por paloma mensajera, valga la tontería. Ya hubieran llegado. Salud y alegría.