Te ven, pero apenas se les ve. Están sin estar. Solo hacen acto de presencia cuando toca y eso es en casos cada vez más puntuales. Los Agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil aumentan estos días de primavera, en el arranque de la temporada, su presencia en los ríos burgaleses, controlando y vigilando la pesca en sus aguas.Estamos ante una actividad deportiva que practican miles de aficionados, en la que ha ido desaparecido el furtivismo generalizado de antaño -salvo en casos muy puntuales- y en la que está calando el respeto a las normas e incluso la devolución de los ejemplares vivos capturados a su medio.
El Seprona, aclara su jefe en Burgos, el teniente Alberto Colinas, vigila los ríos burgaleses durante todo el año, desde sus orillas hasta la composición de sus aguas, controlando los caudales ecológicos, los vertidos ilegales, la pesca, las mortandades de peces, la presencia de especies invasoras y todo aquello que pueda perturbar o alterar un medio muy sensible y muy amenazado.
Seis patrullas repartidas a lo largo y ancho de la provincia, más los servicios centralizados en Burgos y el equipo de investigación se ocupan de estas tareas. Utilizan, principalmente, motos y vehículos todoterreno; ópticas avanzadas e incluso nuevos medios de vigilancia aérea que incorporan las últimas tecnologías para detectar irregulares a cualquier hora del día y de la noche.
El control del tamaño de los peces y las artes de pesca es exhaustivo a pie de río. - Foto: Alberto RodrigoSi la tecnología y la presencia a en el campo es muy importante, más se valora por parte de los agentes la interacción con los propios pescadores y vecinos del río. Ellos son los que posibilitan la realización de operativos especiales que parten de informaciones, sospechas o antecedentes sobre alguna actividad ilegal.
En el universo de la pesca -explica el teniente Colinas- confluyen cada vez más los intereses de pescadores y protectores de los ríos. «A todos nos une el mismo objetivo, disfrutar de la naturaleza y protegerla lo mejor posible. Nos gusta la pesca y queremos seguir pescando en un entorno protegido».
Junto al Seprona, en los ríos trabajan el equipo de agentes de medioambientales de la Junta de Castilla y León y los inspectores de las diferentes confederaciones hidrográficas.
Siluro. La zona más crítica y conflictiva de la provincia, reconocen desde la Guardia Civil, se focaliza en las aguas del embalse del Sobrón. Allí ha proliferado en los últimos años el siluro, el conocido como monstruo de río, una especie invasora cuya pesca está muy regulada en sus artes y que la ley prohíbe expresamente devolver al agua los ejemplares capturados.Se trata de peces de gran tamaño y voracidad, que superan el metro de longitud y varias decenas de kilos y cuya presencia supone una grave amenaza para la fauna autóctona.
Salvo en este entorno especial, muy visitado por los pescadores originarios de Europa del Este, las temporadas pesqueras en el resto de la provincia transcurren con relativa normalidad.
Casi se da por desaparecido el furtivismo ancestral que existió en esta práctica y que aún sigue vigente, por ejemplo, en la caza ilegal del corzo en algunas zonas de la provincia.
Hay infractores y multas, pero la gran mayoría de entidad menor. Las más comunes son la ausencia de papeles, es decir, el no tener licencia de pesca, tenerla caducada o echar la caña en tramos donde no se tiene autorización previa.
Los agentes son especialmente celosos con el uso correcto de los cebos y artes de pesca, que pueden estar prohibidos o no permitidos en un determinado tramo del río. Muy habitual es la prueba de comprobación de que los anzuelos no lleven muerte (esa pestaña puntiaguda que es la que atrapa al pez) o que el número de anzuelos de las cucharillas sea el correcto.
La lucha es implacable con la manipulación de especies exóticas invasoras vivas, cuya presencia en las aguas es muy dañina, lo que obliga a su sacrificio una vez pescados. El siluro es un ejemplo y también el cangrejo señal.
Por supuesto, los motoristas verdes vigilan aquellas zonas vedadas a la pesca, muy sensibles a cualquier acción del hombre.
«Afortunadamente, no hay una mafia de pesca ilegal implantada en torno a los ríos de Burgos. Sí, hay quien pesca más de los cupos establecidos, sin respetar los tamaños de los peces y escondiendo las capturas ilegales, pero creemos que entre la gran mayoría de los pescadores ha calado un respeto por las normas y la protección de sus ríos», explica el responsable del Seprona, que reconoce que la normativa en pesca es una de las más diversas y complejas, por lo que requiere de su tiempo de lectura.
Todavía hay listos. El anecdotario del Seprona es amplio y demuestra que todavía hay listos que creen que el río es suyo.
En sus oficinas se conservan dos butrones artesanales de gran tamaño que se encontraron sumergidos en los ríos con cebo para capturas cangrejos o todo tipo de peces, sea cual sea su tamaño y el grado de amenaza de desaparición.
Al propietario de uno de estos artilugios le pillaron actuando en las orillas del pantano del Arlanzón y se llevó como recuerdo una multa de más de 3.000 euros.
No es lo normal, las sanciones firmadas por la Guardia Civil son en su mayoría leves y oscilan entre los 200 y los 2.000 euros. También se ha impuesto alguna grave (entre 2.000 y 10.000 euros) como la del butrón y las hay hasta muy graves, de más de 60.000 euros.
Las tareas de control y reacción del Seprona también se desarrollan sobre el asfalto y no solo supervisando puntualmente la carga de un vehículo en el que se presupone que se ha superado el cupo de capturas, sino también vigilando el tamaño de los pescados marinos que transportan los camiones frigoríficos que cruzan por la provincia para su distribución y venta.
De hecho, el operativo más importante desarrollado por el Seprona de Burgos durante el pasado año no tuvo nada que ver con las truchas comunes o los barbos sino con las anguilas, una de las especies más amenazadas del mundo.
El operativo, explica el teniente Colinas, fue coordinado desde Europol y consistió en la localización y captura en las carreteras de la provincia de dos furgonetas conducidas por seis ciudadanos chinos.
En su interior encontraron 100 kilos de angulas vivas (alevines de anguilas) capturadas en aguas de la costa cantábrica, cuyo destino era su cría y engorde en cautividad en granjas. Se trata de un manjar culinario en los países asiáticos y de un gran valor económico. Por un kilo de este pez adulto se pueden llegar a pagar más de 9.000 euros.