Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Me prometiste mucho

18/09/2023

Una forma de andar por la vida, y por la calle, es hacerlo como si uno fuese un turista en su propia ciudad, con la mirada arriba y abierto a dejarse sorprender, o por lo menos intentarlo. Este ejercicio es una tontería como cualquier otra, pero puede ayudar a sobrellevar las pesadumbres de cada día o a pasar un buen rato, que no es poco.

El caso es que, si uno va por ahí en esa onda, se puede topar con lo inesperado, lo insólito o lo maravilloso; puede cruzarse con algo (o alguien) que le haga sonreír, le conmueva o le ponga del revés. Y esto último me sucedió a mí mismo, el otro día, atravesando el enorme, siempre vacío y desangeladísimo Parque de los Poetas. En una pared pulcra, atravesándola en diagonal, casi rasgándola, había una pintada, simplemente una frase.

Esas letras, de un color rosa coral que no le iba nada al contenido, estaban escritas con premura y rabia, ajenas a cualquier orden y puede que a la cordura. Eran apenas tres palabras, pero no se puede decir, y sobre todo sugerir, más con menos. Podía leerse, agárrese: «Me prometiste mucho». Me explotó la cabeza al leer eso, que es lo que uno quiera que sea: el titulo de una novela descarnada (o la novela entera), un bolero (bolerazo), o una canción arrebatada de Chavela Vargas. Porque, y es la única certeza, se está hablando de amor, más concretamente de desamor, y a lo bestia. Y uno no puede dejar de imaginar todas las combinaciones posibles, las múltiples posibilidades que pudieron propiciar que esa pintada estuviese allí. Tal vez, el/la autor/a (cómo saberlo) viva cerca y tras horas de escuchar canciones rotas de desamor en su salón oscuro (podemos poner en la escena una botella de tequila, que queda pintona) no pudo más y bajó a volcarlo todo en el muro, a gritarlo al mundo en silencio, a escribirlo y llorarlo. ¿Y qué le prometieron a esa persona? ¿Le juraron todo, como se hace cuando la pasión está bien arriba? Seguro que sí ¿Y qué pasó después? Una traición, sin duda, de la que se enteró para desgarrarse por dentro y no poder pensar más que: «Me prometiste mucho» y una retahíla de insultos después, una montaña de ira por digerir y de sentimientos por sanar; y tiempo para levantarse de nuevo. Quizás si lo consigue lo cuente en otra pintada.

Ahí tiene un peliculón, este o el que quiera imaginar a partir de tres palabras escritas en una pared, gratis y a disposición del que quiera mirarlas, del que esté atento a la calle, a la vida. Esa es la moraleja de esta historia; esa y no prometer lo que no se puede cumplir. Si es posible. Salud y alegría.