Una de las mejores noticias que nos ha dejado esta semana el deporte ha sido ver a Ricky Rubio de nuevo sonriendo; no diré con un balón en las manos, lo cual es un regalo para quienes admiramos su inmenso talento, digo, sonriendo, después de meses en los que, él mismo ha reconocido, «todo era oscuro».
Porque, aunque no les conozcamos personalmente, esos ídolos que nos hacen tan felices con sus canastas, goles, pedaladas, pilotaje, zancadas, ejercicios… son casi parte de nuestra familia.
Les vemos también como súper héroes, poseedores de un don que les hace extraordinarios, y además, muchos de ellos millonarios. Quizás por eso tendemos a pensar que no sufren, que no tienen miedo, que no lloran, que nada les perturba, como si además de la presión brutal que supone competir en la élite, de la incertidumbre que provocan las lesiones, no tuvieran que lidiar con los problemas de todos. Vale, quizás no el de llegar a fin de mes, o el de pagar la hipoteca, pero sí los desvelos familiares, la salud… la vida. A veces lo olvidamos, pero detrás siempre hay una PERSONA.
Personas que son inspiración, ejemplo, y que también por eso seguramente han sentido que no pueden mostrar flaquezas. Los súper héroes son invulnerables, tipos duros.
También en la vida mundana nos encontramos esa obsesión por parecer perfectos. Instagram nos arroja modelos ideales, todo sonrisas, paisajes bonitos, restaurantes deliciosos, éxito. Vidas sin sombras. Todo luz. No vaya a ser que piensen que soy débil.
Y de pronto, esos deportistas que idolatramos rompen con el tabú y hablan de sufrimiento, de miedo, de necesidad de parar, de ayuda psicológica, de salud mental. Y seguramente Ricky Rubio, Iniesta y tantos deportistas que lo han hecho público brindan así a nuestras vidas un valor tan importante como sus logros deportivos. Mirarte al espejo, reconocerte a ti mismo que no estás bien, parar, afrontarlo, pedir ayuda… no es algo que haya que ocultar, que esconder, que tapar, no es algo de lo que avergonzarse; al revés, es un gesto de valentía.
Los psicólogos son ya en el deporte tan importantes como los preparadores físicos. El pionero, quizás muchos no lo sepan, fue Benito Floro. ¡A principios de los 90! Luis Enrique normalizó su presencia como parte del staff de sus equipos. Hoy raro es quien no lo tiene.
El problema es que, para la gente normal, muchas veces ir al psicólogo es muy caro.
Ojalá esta sensibilidad creciente en torno a la salud mental permita democratizar más esta especialidad.