El caso es que no había empezado mal la temporada política. La palabra talento se convirtió en protagonista en los primeros días de septiembre. El Ayuntamiento busca talento y quiere retenerlo. La Junta también. Todo el mundo lo persigue, como si fuera el Santo Grial, que recordaba ayer Rafa Barbero en Lo que de verdad importa. No tuvieron que pasar demasiadas jornadas para que la clase política enseñara el suyo, el talento digo: esa capacidad insuperable de mancomunar sus propios problemas. De trasladar al conjunto de la ciudadanía su afán por buscar la riña con el adversario de toda la vida o con el socio coyuntural. El caso es que ahora de lo que estamos pendientes es de la capacidad de resistencia de los materiales con los que se forjó el acuerdo entre PP y Vox para gobernar en el Ayuntamiento de la capital. Ha quedado patente que no están hechos de grafeno, sino más bien de veletas. Dependerá de dónde sople el viento de los intereses nacionales de cada partido para saber qué dirección toman los aliados locales.
Era lo previsible, después de que a mediados de julio los de Abascal decidieran romper los pactos con los de Feijóo en las comunidades donde gobernaban juntos. Entre ellas Castilla y León. Eso provocó que muchos cargos de Vox, que hasta entonces habían tenido alguna responsabilidad ejecutiva, se comenzaran a dedicar únicamente al 'politiqueo'. Entre ellos, nuestro paisano Juan García Gallardo. Una vez liberado de sus responsabilidades en el gobierno de Mañueco y convertido en portavoz de su grupo en las Cortes regionales, además de cobrar más por tener menos quebraderos de cabeza, dispone de más tiempo libre para tener a los suyos comprometidos con lo que se ordene desde Bambú, que es la calle de Madrid donde tiene su sede nacional la formación.
El sábado 21 ya estuvo en Burgos recordándole a Ayala que tiene que cumplir los pactos. La víspera, el vicealcalde, Fernando Martínez Acitores, dejó claro en Diario de Burgos que él es fiel a las siglas más que a los acuerdos firmados. El amor no es eterno y la palabra dada, en política, hace tiempo que pasó a mejor vida. Bueno, y en otros órdenes de la existencia.